El domingo pasado, 17 de noviembre, Alfredo Zaiat, el reconocido economista y periodista de Página12, destroza los «Ocho puntos de la economía» que presentara Marcos Peña, en un intento de dejar sentado, los “éxitos” de la gestión de Cambiemos, que moverían a risa sino supiéramos que son falsos, escandalosamente falsos y que luego vendrán las comparaciones con los resultados de la próxima gestión, a sabiendas que dejan un país destruido y en ruinas y que sin duda juegan a que fracase.
Lxs trabajadores tenemos memoria y aquí queda el documento para acudir a él cuando sea oportuno.
Ocho puntos de la devastación económica de Macri
Desindustrialización a una velocidad e intensidad fulminante. Derrumbe del salario real. Destrucción impactante del valor patrimonial de las empresas
El macrismo difunde que entregará una «buena herencia» económica. Es una nueva trampa que elude la responsabilidad del desastre que deja, para atribuirse la probable recuperación a partir del 2020. Y si no mejora la economía será por culpa del nuevo gobierno. Datos duros de la debacle, demoledores para neutralizar el engaño.
Por Alfredo Zaiat
Detallar ocho puntos de la economía macrista es un oportuno antídoto a los «Ocho puntos de la economía», el panfleto que forma parte del método de la mentira planificada de la Jefatura de Gabinete y que es la base para el próximo engaño. Aquí va el detalle con datos duros:
1. La caída del PIB de este año será de 3,0 por ciento, que determinará que el PIB per cápita disminuya como mínimo el 10 por ciento en el período 2016-2019.
2. El retroceso del salario real de los trabajadores registrados es de 18,5 por ciento desde noviembre de 2015.
3. El promedio del poder adquisitivo de las jubilaciones será casi 20 puntos menos al de 2015.
4. La inflación va camino del 50 al 60 por ciento anual. El último tributo a la causa oficialista del Indec de Macri fue el índice de octubre, al marcar 3,3 por ciento cuando el consenso del mercado era de 4,0 por ciento para arriba.
5. La pobreza subirá al 40 por ciento.
6. La deuda pública es impagable en las actuales condiciones, a lo que se suma que se reintrodujo al FMI en la economía argentina, además de convertirlo en el principal acreedor externo y auditor de la exigencia de ajuste.
7. El valor patrimonial de las empresas está destruido, con quiebras y concursos generalizados.
8. La industria está derrumbada.
Tener presentes estos ocho puntos pasará a ser crucial en el período presidencial que inaugurará la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner el próximo 10 de diciembre. Resultará importante porque está por dar comienzo la temporada alta de los economistas del establishment circulando por el espacio público. Son quienes durante cuatro años batallaron en todos los terrenos para la construcción de expectativas positivas, asegurando que con la política económica del macrismo, aunque señalando que tuvo fallas en la gestión, todo iba a ser mejor. Ahora, como si nada hubiera pasado en este cuatrienio, han iniciado la persistente tarea de comunicar a la sociedad que las perspectivas económicas son sombrías.
No sólo adelantan penurias sino que se han vuelto más exigentes con el futuro gobierno. Quieren saber ya cómo será la negociación el FMI, cuál será la propuesta a los acreedores privados, qué estimación existe de necesidades financieras para los próximos años, cómo se diseñará el esquema fiscal y monetario, y quiénes serán los encargados de conducir un plan que igual adelantan tiene pocas chances de éxito. Entre sus demandas no aparecen quienes fueron responsables del desastre económico . Es como si estos cuatros años no hubiesen existido. De ese modo, una vez más, los economistas del establishment muestran que son incorregibles. Los anticuerpos para prevenirse de ellos es saber que postulan una política económica que nuevamente probó ser un fiasco en términos de estabilidad económica y bienestar social.
Industricidio
La desindustrialización es una marca registrada de los ciclos neoliberales, y éste no ha sido la excepción. En la comparación con el de la dictadura militar y el de la década del ’90, el período de gobierno de Mauricio Macri sobresale por la velocidad de la destrucción y el alcance a casi todos los sectores.
Han sido cuatro años de deterioro constante de la actividad y del empleo. Recién al final del mandato empezó a registrarse una reacción del mundo empresario. Fue un hecho notable que industriales hayan apoyado a un Presidente que les mostró una indiferencia manifiesta hasta el punto del desprecio y de casi no mencionar la palabra «industria».
Sólo algunas organizaciones que agrupan a pequeñas y medianas industrias fueron conscientes del daño que les estaba provocando la economía macrista.
El reciente dato difundido por el Indec expone la profunda crisis de la industria . En septiembre, la utilización de la capacidad instalada del sector fue de 57,7 por ciento, uno de los niveles más bajos de la era macrista. Esto implica que el 42,3 por ciento de las maquinarias y equipamientos está parado, un costo muy elevado para el dueño de la planta y una pérdida inmensa para el entramado productivo y social.
La producción industrial acumuló la decimoséptima caída consecutiva en septiembre, cuando bajó 5 por ciento en relación al mismo mes del año pasado. Macri se despide sin que ningún sector productivo exhiba señales de recuperación.
El dato de la industria automotriz es impactante: el nivel de utilización de la capacidad instalada es de apenas el 37,4 por ciento, lo que explica las suspensiones masivas, el adelantamiento de vacaciones y la cancelación de turnos de trabajo. Sólo en momentos de crisis muy aguda el sector automotor registró una virtual paralización de la producción como ahora, lo que deja en evidencia el desastre productivo .
El otro bloque industrial que atraviesa un derrumbe de proporciones es el de sustancias y productos químicos, con un nivel de utilización de la capacidad instalada de sólo el 47,7 por ciento. Un año antes era de 63,2 por ciento. La caída fue impresionante en un área industrial clave.
La parálisis industrial es también un escenario para deducir que puede haber una rápida recuperación ante cualquier impulso a la demanda que realice el gobierno de Alberto Fernández.
Destrucción de empleo
La industria se convirtió entonces en una máquina de expulsar trabajadores desde el primer mes del gobierno de la alianza Cambiemos. La apertura comercial, los tarifazos, las rondas de fuertes devaluaciones, las tasas de interés altísimas y el derrumbe del mercado interno por el castigo a los ingresos reales de trabajadores y jubilados determinaron un sendero de permanente caída de la actividad fabril.
A partir del default, que fue eludido por el megapréstamo del FMI por 57 mil millones de dólares a mediados del año pasado, se aceleró la velocidad del retroceso. La desindustrialización derivó en una destrucción permanente de puestos de trabajo. Sólo en un mes del total de lo que va del ciclo macrista (hasta agosto, mes del último reporte oficial) no hubo pérdida neta de empleo industrial. Es una marca dramática.
La actividad manufacturera anotó la destrucción de 154.700 mil puestos de trabajo, desde noviembre de 2015 a agosto de 2019. Es equivalente a la pérdida de 12 de cada 100 empleos del sector en menos de cuatro años. En el cuatrienio anterior, en el segundo mandato de CFK, el cual tuvo una evolución macroeconómica más floja, no hubo casi pérdidas de empleo industrial.
En el anexo estadístico de la Secretaría (antes Ministerio) de Trabajo los números son elocuentes: en noviembre de 2011 había 1.257.400 trabajadores de la industria; el mismo mes de 2015, 1.256.400. La diferencia es apenas 1000 puestos. La comparación con el desempeño en los años macrista es abrumadora.
Vale recordar que la mayoría de esos empleos se ubican en un lugar privilegiado de la pirámide laboral, tanto por el nivel de remuneraciones como de su calidad.
Concursos & Quiebras
La economía macrista no sólo es reducción del nivel de actividad manufacturera, sino que también es aumento de concursos y quiebras . El relevamiento realizado por el Centro de Economía Política Argentina en Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires y Córdoba, donde se localizan el 61 por ciento del total de empresas registradas, muestra que, en enero de 2016, había 567.483 firmas registradas, y que en agosto pasado se computaban 546.313. En ese lapso hubo una caída de 21.170 empresas.
Considerando los datos al tercer trimestre de 2019, para esos distritos, la suma de los concursos y quiebras considerando personas humanas y jurídicas alcanzó los 103 casos, 15 por ciento más respecto a los 1042 casos para el mismo período de 2018.
Un promedio de 7 empresas entraron en concurso o quebraron por día hábil. Los técnicos del CEPA lo proyectaron a todo el país, cifra que se eleva a 11 empresas diarias que quebraron o entraron en concurso.
Explican que «el promedio de 7 empresas diarias que entró en crisis recientemente representa tanto un indicador de la gravedad de la crisis económica actual, como una alerta sobre el riesgo sistémico en el futuro cercano de continuarse tensionando la cadena de pagos y el deterioro sobre la situación financiera de las empresas».
Tres ciclos
Como se mencionó, la desindustrialización es una de las principales características de los tres ciclos neoliberales . Pero al interior de ese proceso hubo una evolución diferente de los protagonistas en cada uno de ellos. Precisar esa dinámica, teniendo en cuenta que hubo cambios en el escenario de la economía mundial, brinda intereses elementos de análisis para comprender cuáles son los desafíos actuales.
En los años de la última dictadura militar hubo una expansión de los grupos económicos locales, que durante el primer gobierno de la recuperación de la democracia se convirtieron en un factor de poder y de condicionamiento a la política económica. Eran los Capitanes de la Industria: Pérez Companc, Macri, Gruneissen-Astra, Garovaglio y Zorraquín, Blaquier-Ledesma, Indupa, Roca-Techint, Alpargatas, Bulgheroni, Soldatti, Roggio. Era un conjunto de grandes grupos económicos de capital nacional que se expandieron pese a que fue un periodo de estancamiento general.
En la década del noventa, esos conglomerados integraron la triple alianza para asaltar los activos del Estado en el proceso de privatizaciones. Se asociaron con bancos acreedores (la mayoría estadounidenses) y multinacionales de servicios (casi todas europeas) para quedarse con empresas estatales. Después de valorizar esa inversión se desprendieron de esos activos, obteniendo ganancias extraordinarias. En ese proceso de acumulación de capital líquido también vendieron sus propias empresas a firmas extranjeras.
O sea, en la primera etapa de desindustrialización se consolidó un nuevo mapa de poder económico; y en la segunda, se desintegró por la liquidación de activos –nuevos, de privatizaciones, e históricos, de su núcleo de negocios-. Quedaron unos pocos conglomerados con una estructura de negocios diversificada.
Durante el macrismo, luego de los primeros dos años con ganadores (empresas de servicios públicos, energéticas, construcción, finanzas y agro) y perdedores (el resto de las actividades), la destrucción patrimonial pasó a ser generalizada.
La pérdida de valor de las grandes empresas es tremenda. El economista Ariel Sdbar, del Banco Industrial, publicó en su cuenta de Twitter un cuadro con la disminución del valor de capitalización de un grupo de empresas de servicios. Las cifras de la pérdida patrimonial de algunas de ellas son apabullantes:
* El valor de Edenor en su máximo de 2018 fue de 2974 millones de dólares; ahora es de poco menos de 200 millones de dólares. Esto significa que los accionistas (Marcelo Mindlin y el resto) de la eléctrica tuvieron un quebranto fabuloso.
* Metrogas descendió de 2649 a 90 millones de dólares.
* Camuzzi bajó de 1751 a 78 millones
* Pampa Energía (también de Mindlin) retrocedió a 5538 a 992 millones.
Quebrantos
La crisis macrista es tan profunda que alcanzó incluso a actividades que su política económica incialmente favoreció, como las de servicios públicos privatizados (beneficiadas con tarifazos) y las del sector primario exportador (megadevaluación y eliminación de retenciones). También involucró en la debacle a grandes empresas de alimentos , como Molinos, Ledesma, Mastellone, Arcor y la multinacional Mondelez.
La firma de la familia Pagani contabilizó quebrantos el año pasado y éste. En toda su historia de casi 70 años, sólo había anotado pérdidas en el balance 2002. De enero a septiembre de este año tuvo un saldo negativo de 2610 millones de pesos; en el mismo período de 2018 el rojo fue de 6455 millones de pesos. Molinos, de la familia Pérez Companc, perdió 1381 millones de pesos en nueves meses de este año, cuando en igual lapso de 2018 el quebranto fue de 3261 millones. La azucarera Ledesma registró una pérdida de 1109 millones de pesos en enero-septiembre, mientras que en igual período del año pasado tuvo un resultado negativo de 1567.
En los dos últimos años de la economía macrista la mayoría de las empresas fue arrojada al borde de la insolvencia. El ahogo financiero del sector privado es muy fuerte. La cadena de pagos está crujiendo, las ventas no logran recuperarse y los costos fijos están triturando el cuadro de resultados. Se va destruyendo sin pausa el tejido productivo y sociolaboral.
Ocuparse
En estos días de transición, mientras Macri sigue tomándose vacaciones, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, continúa con el método de la mentira planificada y muchos funcionarios en estampida están presentando currículum vitae en el sector privado, la gestión del día a día, si antes era de mediocre a mala, ahora es inexistente.
Cuando irrumpen situaciones críticas en empresas no hay ninguna reacción. Por este motivo, cuando aparecen dudas acerca de qué puede suceder en el gobierno de Fernández, el panorama se despeja rápidamente. La administración de los problemas será el opuesto porque habrá un equipo de funcionarios que se ocupará de ellos. Podrá ser efectiva o no la intervención, pero habrá al menos interés en ocuparse de la cuestión.
Ante un escenario de crisis se analizará lo que sucede en el sector (por ejemplo, regular las importaciones que desplazan producción local); luego se podrán estudiar los requerimientos de las empresas, que probablemente sea de debilidad del capital de trabajo, por lo que necesitará una línea de crédito a tasa subsidiada para fortalecerlo más que para inversión expansiva debido a la elevada capacidad instalada sin utilizar; al tiempo que se podrá proteger el empleo vía el programa Repro (parte del salario se hace cargo el Estado) para evitar despidos.
Nada de esto encaró el gobierno de Macri para aliviar la crisis. Sólo hacerlo frenará la caída y empezará a generar las condiciones para la recuperación y la mejora del mercado interno a través del incremento de la demanda.
Será el primer paso para empezar a transitar la imperiosa tarea de reconstrucción del entramado productivo, social y laboral luego de la devastación de la desindustrialización macrista.
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