En contra de la privatización de Petrobrás

La rama de los trabajadores químicos de la CUT Brasil convoca a la firma de un manifiesto con el cual como trabajadores adherimos.

Está todo listo para ganar las calles el próximo 13 de marzo, bajo la consigna «Denfender Petrobrás es defender Brasil».

 Podes ver el original del manifiesto acá

“El camino es la obra pública y más ingresos a sectores de menos recursos”

Andrés Tavosnanska
El 18 de mayo de 2009

Para este discípulo de Jorge Swarzer, es posible aplicar una devaluación pero debe ir acompañada por una “agresiva política fiscal que impulse la demanda y compense los efectos distributivos”. De ese modo, se podría “contribuir a retomar el sendero de crecimiento”.

Economista egresado de la UBA. Integró el Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina. Allí elaboró, junto a otros economistas, los documentos “Productividad y progreso técnico y económico. Términos del intercambio en el agro argentino, 1980-2007” y “La actividad productiva en 2007. Un crecimiento que se consolida”.

– Algunas evaluaciones económicas dijeron en diciembre pasado que en marzo se desbarrancaba el país. Eso no ocurrió, ¿por qué?

–No se desbarrancó porque, a diferencia de muchos otros casos, el crecimiento en el país no estuvo en estos años sostenido por una mezcla de endeudamiento y burbujas financieras. Argentina mostró en los últimos años que se puede crecer gracias a un mercado interno en veloz expansión -impulsado por la creación de empleo, la mejora del salario real y la inversión productiva- combinado con un fuerte incremento de las exportaciones. Demostró, además, que este crecimiento se puede financiar con los recursos del país. El abandono del modelo neoliberal con eje en el endeudamiento externo puso al país en una situación de mayor fortaleza para afrontar la crisis internacional. La política de tipo de cambio competitivo permitió recorrer un sendero de desendeudamiento y acumulación de divisas que sirvió en estos meses de turbulencia para evitar una crisis de balanza de pagos a pesar de la impresionante fuga de divisas que sufre el país.

–¿Qué cree que ocurrirá en el próximo semestre con el empleo, la actividad industrial, el consumo y la construcción?

–La actividad en el segundo semestre dependerá de las medidas que se tomen para reactivar el mercado interno y de la profundización o reversión de la crisis en el resto del mundo. Hasta el momento, las medidas que mayor repercusión tuvieron para evitar un derrumbe de la actividad y el empleo fueron las orientadas, por un lado, a evitar despidos y cierres de empresas y, por el otro, a proteger el mercado interno mediante la instauración de licencias no automáticas en nuevos sectores. Si bien estas medidas sirvieron para amortiguar la caída, desde el último trimestre del año pasado se verifican disminuciones en el nivel de actividad, la producción industrial y el empleo. Para que en el segundo semestre la economía se reactive es necesario avanzar en políticas para impulsar la demanda efectiva. En ese sentido, el mejor camino son las obras públicas y las transferencias de ingresos hacia los sectores de menores recursos. Si predomina una actitud conservadora, que piensa más en cuidar las cuentas fiscales que en reactivar la economía, la recesión va a continuar.

–¿Debería moverse el tipo de cambio? ¿Cómo y por qué?

–El incremento del tipo de cambio hoy puede ser útil para recomponer la competitividad de la industria y detener la fuga de u$s5 mil millones por trimestre, que se disparó con la crisis financiera pero que se debe en gran medida a las expectativas de devaluación. Eso permitiría evitar la venta barata de reservas y hacer una suba controlada del tipo de cambio. El peor escenario posible sería liquidar ahora, a bajo precio, las reservas y tener que devaluar después ante la presión del mercado en un contexto donde el Banco Central tenga mucha menor capacidad de intervención. El problema es que la devaluación puede tener efectos recesivos por su impacto regresivo en la redistribución del ingreso. Por ello, la devaluación sólo puede contribuir a retomar el sendero de crecimiento si va de la mano de una agresiva política fiscal que impulse la demanda y compense los efectos distributivos.

–¿Los actuales precios de la soja le permitirán al Gobierno cerrar sin problemas el programa financiero?

–La recuperación de los precios de la soja contribuyen a aliviar el programa financiero al asegurar una mayor provisión de divisas y mejorar la recaudación por retenciones. También son de vital importancia los swaps acordados con China y Brasil y los créditos que puedan aportar los organismos multilaterales para asegurar la disponibilidad de divisas en caso de emergencia. Sin embargo, más allá del cierre del programa financiero de este año, hay que comenzar a instrumentar políticas para evitar que si se logra reactivar la economía nos encontremos en poco tiempo con la restricción externa. Actualmente el superávit comercial es sostenido por la disminución de las importaciones que provoca la caída del consumo, la producción y la inversión. Para sostener el superávit comercial con la economía en crecimiento se necesita profundizar la promoción de exportaciones y pensar políticas para sustituir importaciones.

Por Pablo Waisberg

Fuente: Buenos aires economico http://www.elargentino.com/nota-414…

 

“Ideales e intereses están siempre mezclados”

DENIS MERKLEN, SOCIOLOGO ARGENTINO-URUGUAYO DE LA ESCUELA DE ALTOS ESTUDIOS DE CIENCIAS SOCIALES DE PARIS
El 7 de mayo de 2009

Para Merklen, las clases populares ya no se identifican con la figura del trabajador sino con la del habitante pobre del barrio. La dimensión local de la política –señala– coexiste con la pobreza y genera transformaciones en la democracia y en la ciudadanía que muchas veces son ignoradas o descalificadas al asociarse con acepciones reduccionistas del clientelismo.

–¿Hay rasgos comunes entre la política de los barrios en la Argentina y en Francia?

–La situación argentina y francesa se asemejan mucho en dos aspectos de lo que llamo la sociabilidad y politicidad de las clases populares. Por un lado, la pérdida de centralidad del componente trabajo como lazo político. Por otro, la territorialización de las clases populares, es decir, la gente se piensa a partir del barrio en el que vive. La identidad social se vuelve entonces una identidad territorial. A diferencia de lo que afirman la mayoría de los sociólogos, estas transformaciones no están relacionadas con el desempleo, sino con el hecho de que el trabajo perdió su centralidad política.

–¿Y cuáles son las diferencias que observa al comparar los dos casos?

–Uno de los principales puntos de divergencia entre las clases populares es el modo en que las instituciones están presentes en el universo popular. En la Argentina, el Estado está mucho más abierto a incluir en la relación con los ciudadanos una entidad intermedia: antes era el sindicato, ahora son las organizaciones barriales o piqueteras. Al transferirle recursos para que la organización los distribuya, el Estado reconoce su representatividad social. Los dirigentes barriales buscan por todos lados recursos porque su supervivencia depende de ellos. En Francia, las organizaciones sociales son sólo representantes de la voz de las clases populares, pero nunca de la gestión de los recursos, que continúan distribuyéndose desde una ventanilla municipal.

–¿Cambian entonces las formas de ejercicio de la ciudadanía de los sectores populares?

–Sí. Porque en la Argentina al problema sobre quién tiene derecho, se antepone, por razones prácticas, el problema de quién merece. En las asociaciones barriales se reconoce que todos aquellos con necesidades tienen derecho al trabajo, a la vivienda, al comedor, a recibir las frazadas o la leche que reparte la provincia. Pero como los recursos no alcanzan para todos los que tienen derecho, se debe tomar una decisión. Entonces se crean mecanismos colectivos basados en una decisión más o menos arbitraria para ver a quién se le da el plan o el subsidio. El Estado descentralizó y transfirió esta decisión del plano nacional al plano local. Es como una fuerza centrífuga que lleva la política hacia los barrios. En cambio, en Francia esta posibilidad no existe y sólo se puede pelear por un derecho. Pero no hay que engañarse pensando que en Francia la distribución de los recursos es universal. En todo caso, es universal dentro de una categoría definida por el Estado en la cual se incluyen y se excluyen beneficiarios. También la distribución depende de una decisión, que se toma a nivel nacional.

–Pero se podría pensar que la decisión del Estado representa el bien común mientras que la de las asociaciones se identifican con intereses particulares. ¿Esto no modifica la participación política de la población?

–En Francia se afirma que hay una despolitización de la realidad social por la inmensa desafección electoral, el abstencionismo y la escasa posibilidad de participación en la toma de decisiones. La burocratización de todos los criterios de distribución se vive, paradójicamente, como una pérdida de ciudadanía. En el caso argentino se dice exactamente lo mismo pero por las razones opuestas: la ciudadanía se ve debilitada porque hay muchos actores movilizados que quieren meter la mano dentro del plato y por la ausencia de un criterio claro de decisión. Pienso que son dos modos diferentes de relación entre el Estado y su ciudadanía y que cada uno tiene sus inconvenientes. Sin duda la posibilidad de que las instituciones funcionen con criterios más rígidos y universales favorecería una democracia más justa en cuanto a la distribución de riquezas y acceso a los recursos. Pero el problema es que existe una demanda social individual que va en sentido contrario. En las clases medias, muy pocos están dispuestos a someterse a una norma burocrática donde le digan usted entra o no en tal categoría. La búsqueda de atención personal conspira contra un criterio rígido y universal en la toma de decisiones. Nadie quiere estar bajo el peso de una norma o regla estricta.

–¿Los modos diferentes de relación entre el Estado y la ciudadanía implican formas distintas de democracia?

–Me inclino por pensar de este modo y no por la idea que indicaría que la democracia progresa hacia una forma ideal que se podría definir, por ejemplo, en la universidad. Yo propongo restituir el contenido político a otras formas de ciudadanía y democracia. No significa que todas sean equivalentes. Hay algunas mejores que otras. Pero un intelectual no puede ubicarse por encima del resto y decir esto es o no es democracia o ciudadanía. No creo que se pueda avanzar descalificando o excluyendo del mundo de la democracia o de la ciudadanía a la política de los sectores populares de los barrios argentinos o de la banlieue francesa.

–Varios intelectuales dirían que las clasificaciones ayudan a la comprensión de transformaciones no del todo claras…

–Toda clasificación es en sí misma un acto político. La inscripción de las clases populares en el barrio y su política dentro del juego democrático es el tema de mi último libro y tiene que ver con mi recorrido personal y mi llegada a la Universidad de Buenos Aires desde la periferia de la Capital. Yo venía de Ciudad Evita y, antes, de Uruguay. A los 17 años descubrí un mundo que ignoraba totalmente: me encontré con una forma intelectual de la política en el momento en que comenzaba la democracia. En 1984 la carrera de Sociología estaba acaparada por una reflexión sobre cuál era el espacio de la política. A mí me interesaba entender qué ocurría con las clases populares, que aprendí a nombrar así en la universidad pero que era más bien el mundo en que vivía. Y este mundo no encontraba un lugar para ser pensado en esa reflexión sobre la política salvo con esquemas de pensamiento muy viejos, como la lucha de clases, reenviados a los años ’60 o ’70. Cuando llegué a Francia, fue una gran sorpresa descubrir que los intelectuales reflexionaban sobre la emergencia de las clases populares de una forma muy parecida a la argentina. Los análisis sobre las revueltas francesas de 2005 me hicieron mucho eco a lo que había vivido en la UBA. Curiosamente, los intelectuales franceses tuvieron una discusión muy importante para calificar o descalificar el carácter político de esas revueltas violentas. Para muchos de ellos, las clases populares quedaban por fuera de la política: se afirmaba que los jóvenes de los suburbios no lograban darle una forma política a su manifestación.

–¿Y por qué estas revueltas son políticas?

–Cada 14 de julio, en el aniversario de la República francesa, se queman autos. Uno podría pensar que es un hecho aislado, apolítico. Pero cuando uno va a los barrios y explora esa microsociología densa, encuentra conflictos cotidianos de naturaleza política que pueden adquirir la forma de una explosión violenta frente a un Estado que define los contornos de la participación ciudadana. Con la quema de autos, estamos frente a este tipo de situaciones. Conviene observar qué ocurre en el barrio más que reenviar este hecho a un sinsentido que parece efectivamente desconectado del mundo de la política tal como está contenido entre los partidos y las instituciones.

–¿Por los mismos motivos cree que las protestas de piqueteros u organizaciones barriales son políticas?

–En la Argentina, los estallidos se han dado en momentos en que la situación era muy grave, como la hiperinflación y la crisis de 2001, en que la vida y la muerte de la gente estaba en juego y el Gobierno parecía o incapaz o insensible a esta situación. O en las provincias, cuando el nepotismo y las formas autocráticas de los gobiernos hacían imposible la comunicación y la negociación. Cuando la protesta adquiere esa forma tan violenta, tal vez habría que pensar en un componente de la definición de la democracia que muchas veces no se toma en cuenta y que ya era señalado por Emile Durkheim: la posibilidad de la comunicación entre el Estado y la ciudadanía. La democracia implica no sólo la representación, sino también la capacidad de escuchar. ¿Por qué en Francia son más frecuentes las protestas violentas que en la Argentina? Porque está menos presente localmente el componente de negociación. Cuando los piqueteros cortan una ruta, negocian para que se repartan tantos planes jefes y jefas de hogar. Hay un problema en el razonamiento cuando se piensa a los piqueteros como una organización de desocupados. Efectivamente, se puede decir que reclaman por trabajo. Pero no es eso lo que pueden obtener. Y no es el trabajo que permite que se retiren de la movilización violenta y levanten el piquete, sino la negociación de otros bienes y recursos. En Francia esto es imposible. Cuando los jóvenes protestan están solos frente al Estado nacional. Entonces las respuestas son inexistentes o muy masivas.

–¿Cómo podemos entender la ciudadanía si el trabajo no está en el centro de las reivindicaciones políticas?

–La discusión sobre la ciudadanía tiene un gran valor en América latina, como muestra claramente Guillermo O’Donnell. Pero hay otro modo de pensar el problema de los ciudadanos que no está relacionado con una definición de ciudadanía que nos permitiría decir quiénes son o no ciudadanos, sino con la politicidad, que son distintos modos de relacionarse políticamente en los regímenes democráticos. Aquí se dan formas de participación ciudadana complejas. El modo de participación política de quien tiene sus necesidades básicas satisfechas no es el mismo de quien no las tiene aseguradas. El peso de la necesidad modifica la relación con la política. Hay gente que es efectivamente ciudadana y realmente pobre. Querer separar el mundo de la política de la forma en que las políticas se implementan, significaría armar una democracia puramente formal, sin contenido para los debates. Uno no puede estar por fuera de la política. Precisamente, la pérdida de fuerza del mundo asalariado ha politizado a las clases populares porque en gran parte su supervivencia depende del Estado. Yo suelo decir que los pobres están condenados a la movilización permanente porque las cosas que necesitan para vivir las consiguen en el mundo de la política. Y esto conduce a que el clientelismo se vea como un problema muy importante en las democracias.

–¿Y el clientelismo no es un problema?

–Que grupos políticos del Estado se sirvan de los recursos a disposición para controlar la voluntad política de la gente es un hecho evidente cuando hay sectores de pobreza masivos. No son cuestionables las teorías que piensan el clientelismo desde esta perspectiva. Pero el clientelismo es un concepto que fue pensado para los mundos rurales donde el patrón de una estancia se presentaba en una elección y decía que su voto valía por el de sus 200 campesinos. Hay una carga de este fenómeno que es excesiva trasladada a la Argentina, porque en los barrios populares hay un mundo de competencia política entre los partidos y grupos políticos que se da en un espacio público verdaderamente abierto. El margen de decisión política de cada ciudadano es muy importante: los habitantes de los barrios pobres de Buenos Aires se encuentran solos en el cuarto oscuro para votar. No quiere decir que el clientelismo no exista ni que sea ineficaz en todos los casos. Pero aquello que llamamos clientelismo es una forma de negociación compleja donde incluso los más pobres tienen mucho más poder de lo que se cree y son más ciudadanos de lo que uno podría admitir si lo piensa a través del fenómeno clientelar.

–En la provincia de Buenos Aires la competencia política es acaparada por el peronismo…

–Es cierto, pero no quita que la competencia sea feroz. Aquí hay otro problema que merece ser pensado: ¿qué pasa con la oferta política? ¿Por qué el peronismo tiene un lugar tan importante? Creo que una posible respuesta es que el peronismo tiene una tradición política con más capacidades para entender este tipo de relaciones entre el Estado y los ciudadanos. Dentro del juego clientelar, varios dirigentes peronistas tratan con más cuidado y respeto a sus “clientes”. Con pocos recursos literarios, Duhalde dijo que el 2001 enseñó que con la gente no se jode. Esto significa que no hay una manipulación total. El clientelismo también tiene que ver con los derechos, el honor, el respeto, con una cantidad de dimensiones de la vida política que también están en juego en las capas más pobres de la sociedad. No se puede pensar el clientelismo tal cual como es descripto en la literatura, porque se caería en una visión compasiva (la pobre gente que es manipulada) o despreciativa (la gente vota por los que otros deciden). Algunos dirigentes sociales con mucho poder en los barrios se lanzan a la batalla electoral y no obtienen votos. Por ejemplo, en el caso de Luis D’Elía, la gente no autorizó que su autoridad política se trasladara de un dominio al otro. Y esto requiere perspicacia, inteligencia y un análisis fino de la política.

–¿Qué cambió con el kirchnerismo respecto del duhaldismo y el menemismo en la política de los barrios?

–Absolutamente nada. En algunos casos, son otros los actores. Pero el modo de relacionarse es exactamente el mismo. El problema es que esta especie de consolidación de la relación política vuelve muy difícil una evolución hacia una institucionalización, universalización y burocratización mayor del mundo de la política. Creo que el gobierno actual perdió una oportunidad muy importante de avanzar en este sentido y, probablemente con otro proyecto político, terminó cediendo al mismo tipo de prácticas de sus predecesores en el afán de ganar elecciones. Este modo efectivo de funcionamiento está instalado en la democracia y sólo puede ser cambiado desde el Estado a través de la modificación del modo de acceso y de distribución de los recursos.

–¿La pobreza no altera la idea de democracia como un régimen político basado en la igualdad?

–Observo que desde hace 25 años hay mucha gente pobre y que la democracia funciona. Hay dos modos de ver esto. Una es criticar a la democracia y decir que no resuelve nada porque efectivamente la gente se muere de hambre. Otra es intentar comprender como coexiste la pobreza con la democracia. Es una coexistencia en tensión permanente, donde hay violencia, corrupción, clientelismo y formas degradadas de la política si uno las piensa bajo el modo de una democracia ideal. Hay distintos niveles de corrupción de este ideal y sería irresponsable contentarse con decir que no hay democracia porque existe la pobreza. La Argentina vive en democracia hace 25 años. Es un régimen establecido. Pero indudablemente el proceso de democratización no podrá avanzar si no se resuelve la cuestión social, la enorme fractura de la sociedad.

–¿Esta fractura se relaciona con la retirada del Estado en la economía y en la protección social?

–Sólo parcialmente. En la Argentina, la protección social nunca estuvo en manos del Estado. Eran los sindicatos que daban el acceso a una cobertura de salud. Más que con la retirada del Estado, las transformaciones en las políticas sociales están relacionadas con los cambios en la redistribución de los recursos: lo que antes se distribuía a través del salario, ahora se distribuye hacia el territorio. Curiosamente esta medida fue preconizada por todas las organizaciones internacionales como una forma de democratizar las políticas sociales porque significaba llevar la decisión a la proximidad y darle lugar a la participación mientras que los sindicatos se veían como grandes estructuras burocráticas que manipulaban los recursos. Evidentemente, este desplazamiento no solucionó nada respecto a la corrupción y probablemente agravó la situación. Pero hay que reconocer que en este modo hay efectos democratizadores de ciudadanía que se producen a nivel local de un orden distinto a los que se veían antes. En este contexto, la figura central es el habitante del barrio que se convirtió en ciudadano.

–Está rompiendo con un sentido común sobre la manipulación de los sectores populares y su falta de autonomía individual…

–Sí. Rechazo la idea de que a la gente la llevan por la nariz como el dueño de una estancia que pasea el toro por la Rural. Esto no se corresponde con la realidad. No hay nada que un habitante de un barrio popular deteste más que la posibilidad de sentirse manipulado. Claro que se reparten choripanes y dinero para que la gente vaya a los actos. Pero esto no determina su voto. Alcanza con escuchar las risas y burlas de la gente cuando dicen: “Le comimos todos los panchos a Fulano y él se creía que lo estábamos apoyando”. Son juegos complejos, negociaciones. Creer que la gente va libremente a una manifestación sólo porque adhiere a una opinión, a un ideal, significaría pensar que las clases medias que se reunieron en los actos de apoyo al “campo” no tenían intereses en juego además de sus convicciones. En el caso del conflicto del “campo”, no todos eran los más acérrimos defensores de la libertad, la democracia y la transparencia. También defendían un modo de vida, un tipo de relación con el Gobierno e intereses económicos, a pesar de que una porción ínfima fueran propietarios rurales. Ideales e intereses están siempre mezclados. ¿O acaso la Revolución Francesa se hizo sólo porque la gente creía en la libertad?

Por Gabriel Entin: Sociólogo nacido en Uruguay, Denis Merklen vivió desde los ocho años en Argentina. Se formó y enseñó en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) junto a Juan Carlos Portantiero. Desde 1996 está radicado en Francia, a donde llegó para realizar su tesis doctoral con Robert Castel sobre la ocupación ilegal de tierras urbanas en la Argentina desde 1980. Profesor en la Universidad de París 7 e investigador de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales –donde dirige un seminario sobre la Argentina–, Merklen se especializa en las prácticas políticas y en los modos de inscripción territorial e individualización de las clases populares, tema que analiza en su libro Pobres ciudadanos (Gorla, 2005). Sus estudios se basan en los barrios populares argentinos y franceses aunque también realizó investigaciones en China, Haití, Senegal y Uruguay.

Para Merklen, la liberalización de la economía y la descomposición de la sociedad salarial durante las últimas tres décadas provocaron en las democracias occidentales un movimiento de descentralización de la política hacia lo local y una transformación en las políticas sociales que dejaron de orientarse al trabajador para centrarse en los habitantes pobres. Según el sociólogo, la identidad de las clases populares ya no pasa por su inscripción profesional sino por su inserción en el barrio. Estos cambios implican que las luchas por los derechos del trabajo sean reemplazadas por luchas contra la pobreza: “Las luchas políticas del siglo XX se hicieron bajo el modo de conquistas de derechos que se incorporaban a la ciudadanía. Ahora no es así porque las cosas que se obtienen nunca se pueden inscribir en el derecho. No se puede legislar para que un comedor esté abierto eternamente”.

En su último libro aún no traducido al castellano, Quartiers populaires, (La Dispute, 2009), Merklen sintetiza sus investigaciones sobre la política de las clases populares en los barrios y ofrece varias claves de comprensión sobre las movilizaciones y protestas violentas de los últimos años en Francia y la Argentina, y sobre la necesidad de considerar las democracias no sólo desde su calidad institucional, sino también a partir de la fractura social y aumento de la pobreza en la sociedad.

Fuente Pagina 12 http://www.pagina12.com.ar/diario/d…

 

“Impulsar un proteccionismo regional”

ENTREVISTA A EMIR SADER, SECRETARIO EJECUTIVO DE CLACSO
El 5 de mayo de 2009

 

Sader aseguró que América latina debe responder con mayor integración económica frente a la crisis. Señaló que en Argentina, el conflicto rural “desnudó a la nueva derecha política, social y económica.”

El filósofo y politólogo Emir Sader analizó el posicionamiento de América latina frente a la crisis económica mundial. Para el secretario ejecutivo de Clacso, los países del Sur todavía no están preparados para ofrecer soluciones colectivas a la crisis, algo que se vio en la última reunión del G-20. Sader abogó por un proteccionismo regional para potenciar el consumo interno, política que debería complementarse con la creación de una moneda común para la región. En este proceso, considera necesaria la integración de Venezuela al Mercosur. Desde el plano político, aseguró que el conflicto entre el Gobierno y las entidades agropecuarias dejó al desnudo a la “nueva derecha” de la Argentina. También defendió la designación por parte del Estado de directores en las empresas privadas.

–¿Cuál es su visión sobre las relaciones de poder entre los agentes económicos de América latina como consecuencia de la eclosión de la crisis económica mundial?

–Esta es una crisis de superproducción o subconsumo, con la característica actual que la desregulación neoliberal promovió una fenomenal transferencia de capitales del sector productivo al financiero. Desde el “Manifiesto Comunista” es conocida la tesis del subconsumo, donde se conjuga el potencial capitalista para producir con la incapacidad para redistribuir renta para el consumo. Esto es un movimiento histórico del capitalismo. Más del 90 por ciento de los intercambios comerciales del mundo no involucran bienes sino papeles. Se creó un sistema totalmente especulativo, con el sistema financiero a la cabeza. Por lo tanto, era lógico que la crisis surgiera del sector financiero, que impuso formas ficticias de consumo. La novedad es que la crisis se dio en el centro del capitalismo, la segunda novedad es que el Estado volvió a ser un agente económico y la tercera es que la crisis resulta una oportunidad para los globalizados. Con las diferentes cumbres mundiales, los Estados nacionales vuelven a ser protagonistas del concierto internacional. Sin embargo, el sur del mundo fue a la reunión del G-20 desarticulado, sin una propuesta propia.

–¿Por qué cree que hubo una desarticulación en los países del Sur?

–América del Sur reaccionó a la crisis de manera diversificada, en vez de proponer la cohesión. Por ejemplo, el Banco del Sur no se propuso la implementación de una moneda única en la región. Esto sólo lo pensó el ALBA (Alternativa Bolivariana para los pueblos de América), con el Sistema único de Compensación Regional –Sucre– pero de una manera muy pequeña. Por su parte, Argentina reaccionó con el proteccionismo nacional mientras que Brasil arremetió con el libre comercio. Si prosperaran ambas ideas por separado, se produciría el debilitamiento regional. Por suerte ahora resurgió la idea de un proteccionismo regional para fortalecer el mercado de consumo interno. Sin embargo, América del Sur todavía no está preparada para ofrecer soluciones colectivas. –En este contexto, ¿cree que hay una puja política entre Brasil y Venezuela para ver quién dirige la integración económica de la región?

–La línea divisoria en América latina no es entre izquierda buena e izquierda mala. Si Lula peleara con Hugo Chávez, perderían los dos y la región también. La línea divisoria debe ser entre los que están a favor de los tratados de libre comercio y los que están a favor de la integración regional. La Unasur, por ejemplo, agrupa algunos países que están por el libre comercio, por lo tanto no pueden integrarse económicamente ya que están en otra sintonía política. Chile tiene el 70 por ciento de su exportación volcada hacia Estados Unidos. Si bien la Unasur viene ganando peso geopolítico, no puede ser un acuerdo económico. Por lo tanto, el ámbito natural para la integración económica es el Mercosur. El freno al ingreso pleno de Venezuela retrasa la integración, ya que Chávez tiene propuestas en el área energética, sociales, políticas y en las comunicaciones.

–¿El Mercosur debería avanzar hacia una moneda común?

–Una moneda única en la región presionaría para la creación de un Banco Central único y para que haya convergencia en la política económica. Rafael Correa (presidente de Ecuador) dijo que está dispuesto a abandonar el dólar pero que no puede volver al viejo Sucre. Si América latina quisiera salir mejor parada de la crisis, tendría que regular el sistema financiero y fortalecer su mercado interno. Es en este contexto donde se hace cada vez más relevante contar con una moneda regional. Además, este tema es planteado muy fuertemente por Rusia y China, sobre todo por el carácter falso de la moneda norteamericana. Estados Unidos está preparando una burbuja alrededor del dólar, fabricando moneda que no tiene respaldo. Por eso no tiene sentido que el Banco del Sur deposite reservas en dólares ni en bancos norteamericanos.

–Como reacción ante la crisis, Europa está apostando al proteccionismo social, despidiendo y persiguiendo a los trabajadores inmigrantes. Hay una profundización de la derecha. ¿Cree posible que en América latina se dé un giro hacia el conservadurismo, como consecuencia de la crisis?

–Todas las analogías con la crisis del 29 son mecánicas. En un seminario de economistas que se realizó en Cuba muchos decían que ahora se vendrían guerras. ¿¡Pero guerras de qué y contra quién!? Algunos análisis son muy lineales. En Europa se vienen dando gobiernos conservadores mucho antes de la actual crisis económica. El único caso donde se dio la caída de un gobierno conservador fue Islandia, que casi no existe. Pero en un momento de crisis como el actual, puede aparecer cierta desconfianza hacia las políticas de mercado para generar mecanismos de protección social y del empleo. Aun los más conservadores tratan de limitarse a los modelos clásicos, como Alemania y Francia. En América latina, el nacionalismo tiene signos diferentes que al de Europa. En el Viejo Continente el nacionalismo fue de derecha. En cambio, el proteccionismo del sur tiene un instinto progresista. Ahora, si el proteccionismo atenta contra la integración regional, debilitará a los países. Por eso insisto con que la alternativa es la protección regional.

–En relación al giro hacia la derecha en América latina, puede verse en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia o en Guayaquil de Ecuador, intentos para dividir a la región y que las zonas ricas sean las únicas que usufructúen los recursos naturales. También ocurrió en Argentina a raíz del conflicto con el sector agropecuario.

–No creo que en Bolivia se dé la separación como piden los santacruceños. Amenazan con esa posibilidad para que la reforma agraria no llegue a sus tierras y para que el Estado no se apropie más de los derechos de exportación del gas. Ellos cobraban un 18 por ciento y Evo un 84 por ciento. En Argentina, los que representaron los intereses del campo en el conflicto del año pasado son la nueva derecha. Se equivocaron tanto los que decían que no hubo contradicciones interburguesas en el conflicto, como aquellos que apoyaron a los pequeños productores, que estaban metidos en el medio del conflicto pero hegemonizados por el gran capital agrario exportador de los agronegocios, que es claramente la cara de la derecha política, social y económica. Y que además contó con la ayuda del frente de la prensa de oposición. No hay cómo engañarse, eran bloques políticos muy claramente identificables. Otra cosa fueron los errores del Gobierno que permitió que los pequeños productores fueran hegemonizados por los grandes agentes económicos. No existió, ni existe, ninguna justificación para aquellos sectores que se dicen de izquierda pero que apoyaron a las entidades agropecuarias. Esa fue la cara de la derecha, que sirvió para despertar la reacción de la clase media blanca de los centros urbanos.

–La clase media blanca que usted caracterizó fue el sustento social de la oposición agroexportadora (formada tanto por las entidades como los partidos políticos opuestos al kirchnerismo). ¿Cómo imagina el escenario electoral para 2011?

–Todas las elecciones en América latina son parecidas. Hay un bloque de derecha, con toda la prensa a favor de ellos. Pero el pueblo aparece votando a favor de las políticas sociales. Cuando Lula resultó reelecto, un periodista en Brasil dijo que el pueblo había votado contra la opinión pública. Los medios fabrican la opinión pública y la creen pero el pueblo no respeta esa opinión, blanca y cristiana. Aquí las fronteras entre derecha e izquierda dentro del peronismo son menos definibles. Por razones oportunistas, muchos menemistas se aliaron con Kirchner. El peronismo, a través de Menem, llevó a cabo el neoliberalismo. Y no hubo rechazo de izquierda. Actualmente hay un bloque de derecha y otro de izquierda, ambos articulados alrededor del Gobierno. En nuestro caso, el Estado en Brasil significa Petrobras. Lula perdió el control del aparato estatal. Los sectores de izquierda se equivocan, mientras que la derecha nunca se equivoca, porque sabe cuál es su enemigo y los intereses económicos que están en juego.

–El nombramiento de directores por parte del Estado argentino en algunas empresas privadas, y de servicios públicos, luego de la estatización de las AFJP, ¿es una forma para evitar que al Gobierno se le escape de las manos el manejo del Estado, como ocurrió en Brasil?

–Es una novedad. Si el Estado tiene derechos, ¿por qué no los va a ejercer? El Estado argentino fue mucho más privatizado que el brasileño. Por eso la estatización de las AFJP fue una medida interesante, correcta desde lo económico y lo político. La medida tendría que haber tenido el apoyo de toda la izquierda, más allá de que ahora se demande que los trabajadores de ese sector queden amparados.

Por Sebastián Premici

Fuente: Pagina 12 http://www.pagina12.com.ar/diario/e…

 

 

“Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo”

ANDRES CARRASCO, PROFESOR DE EMBRIOLOGIA DE LA UBA, INVESTIGADOR DEL CONICET, DENUNCIANTE DE LOS EFECTOS DEL GLIFOSATO
El 5 de mayo de 2009

Hace dos semanas denunció en Página/12 los efectos devastadores del compuesto herbicida sobre los embriones humanos. Esperaba una reacción, “pero no tan violenta”: fue amenazado, le armaron una campaña de desprestigio y hasta afirmaron que sus investigaciones no existían. Carrasco contesta y renueva sus cargos contra las multinacionales químicas.

Amenazas anónimas, campaña de desprestigio mediáticas y presiones políticas fueron algunas de las consecuencias de un doble pecado, investigar los efectos sanitarios del modelo agropecuario y, más grave aún, animarse a difundirlos. En el segundo piso de la Facultad de Medicina de la UBA trabaja Andrés Carrasco, profesor de embriología, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Laboratorio de Embriología Molecular. Con treinta años de trabajo científico y académico, confirmó hace veinte días el efecto letal del glifosato en embriones, cuya marca comercial más famosa es Roundup, de la multinacional Monsanto. Sabía que vendría una réplica del sector, pero no esperaba que fuera de un calibre tan alto. “No descubrí nada nuevo. Sólo confirmé lo que otros científicos descubrieron”, explica, en su oficina pequeña y luminosa. Pasaron dos semanas complejas, con una campaña de desprestigio que aún no termina. Prefirió el silencio y avanzar en nuevas pruebas. Hasta que pusieron en duda la existencia de su investigación. “Creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria.”

Veinte días atrás, cuando este diario difundió su investigación, ninguna empresa ni medio del sector retomó el tema. Pero tres días después se conoció otro hecho, inesperado: la Asociación de Abogados Ambientalistas presentó un amparo ante la Corte Suprema de Justicia, por el cual solicitó la prohibición de uso y venta hasta tanto no se investiguen sus efectos en la salud y el ambiente. Las empresas encendieron luces amarillas y comenzaron con comunicados, alarmadas por la posible baja de rentabilidad. Cinco días después, el lunes 20, el Ministerio de Defensa prohibió la siembra de soja en sus campos, haciéndose eco del efecto nocivo del agrotóxico. Fue un hecho político inédito, una cartera nacional alertó sobre los males de los agroquímicos. En ese momento, empresas, cámaras del sector, medios de comunicación y operadores políticos declararon el alerta máxima. Nunca antes las multinacionales del agro y sus voceros habían reaccionado tan violentamente. Durante toda la semana montaron una campaña en defensa de los agrotóxicos y, al mismo tiempo, de desprestigio hacia las voces críticas. El temor de los sostenedores de los agronegocios es la prohibición de su agrotóxico más famoso, uno de los químicos emblema del modelo agropecuario actual.

Glifosato, toxicidad y reacciones

–¿Esperaba una reacción como la que se dio?

–No. Fue una reacción violenta, desmedida y sucia. Sobre todo porque no descubrí nada nuevo, sólo confirmé algo a lo que otros habían llegado por otros caminos. Por eso no entiendo por qué tanto revuelo de las empresas. Hay que recordar que el origen del trabajo se remonta a contactos con comunidades víctimas del uso de agroquímicos. Ellas son la prueba más irrefutable de lo que yo investigué con un sistema y modelo experimental con el trabajo de hace 30 años, y con el cual confirmé que el glifosato es devastador en embriones anfibios; aun en dosis muy por debajo de las usadas en agricultura, ocasiona diversas y numerosas deformaciones.

–¿Los resultados son extrapolables a la salud humana? –Los modelos animales de vertebrados que hoy se usan en la investigación embriológica tienen una mecánica del desarrollo embrionario temprano y una regulación genética común. Los resultados deben ser considerados extrapolables cuando un impacto externo los altera. El mundo científico lo sabe, y funcionarios de los ministerios también. Por eso, cuando encontré esas evidencias surgieron dos cuestiones a resolver, cómo seguir la investigación para saber cuál es la mecanística de un efecto que altera la forma normal del embrión, lo cual está en marcha. Y la otra decisión era cómo darla a conocer.

–¿Por qué la difusión se transforma en un problema?

–Porque no hay canales institucionales confiables que puedan receptar investigaciones de este tipo, con poderosos intereses en contra. Entonces la decisión personal fue hacerla pública, ya que no existe razón de Estado ni intereses económicos de las corporaciones que justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública. Hay que dejarlo claro, cuando se tiene un dato que sólo le interesa a un círculo pequeño, se lo pueden guardar hasta tener ajustado hasta el más mínimo detalle y lo canaliza por medios para ese pequeño círculo. Pero cuando uno demuestra hechos que pueden tener impacto en la salud pública, es obligación darle una difusión urgente y masiva.

–¿Es una práctica común dar difusión a un avance científico antes de estar publicado en una revista científica?

–Es algo totalmente común. En el país hay instituciones que todos los días difunden sus progresos científicos, que hasta poseen agentes de prensa que difunden los avances; nadie los cuestiona y los medios de comunicación los replican sin preguntar. Difunden progresos, sin papers, sin publicaciones y está muy bien. Pero claro, esas difusiones no afectan intereses de grupos poderosos.

–Pero existe una tensión en el ámbito científico sobre cuándo dar a conocer un avance. –La tensión es si la divulgación debería esperar a ser “aprobado” (remarco las comillas porque es todo un tema aparte, que lleva años). Ahora, si la investigación tiene implicancias más allá de lo académico, afecta a la sociedad, el dilema moral es si me lo guardo hasta que termine el más mínimo detalle y mi narcisismo esté satisfecho, o prendo el alerta. Yo decidí dar la alerta, e insisto en que no es nada nuevo, hay antecedentes claros como Robert Belle y Gilles-Eric Seralini, que han hecho estudios con otros modelos, publicados, y con resultados más importantes que los míos. Lo que tendrían que hacer las instituciones, en vez de atacarme, como está sucediendo desde algunos funcionarios y las empresas, es informarse y comenzar a trabajar para remediar lo sucedido.

–Las empresas, y los medios, de los agronegocios sostienen que no hay estudios serios.

–Hay investigaciones en diversas partes del mundo y son muy serias, como las que acabo de mencionar. Las empresas y sus periodistas empleados descalifican una investigación, pero al mismo tiempo no escuchan la catarata de cuadros médicos palpables en las zonas sojeras; las provincias están plagadas de víctimas de agrotóxicos, pero ahí los diarios no quieren llegar, y mucho menos las empresas responsables. No entiendo por qué mi relato tiene más importancia que el de las Madres de Ituzaingó (barrio de las afueras de Córdoba, emblema de la contaminación con agroquímicos). Los médicos de las provincias están desde hace años denunciando, los campesinos y las barriadas urbanas también. Y queda todo silenciado. Es una evidencia de la realidad y es incontrastable. Yo me inspiré en esa realidad y los resultados son los conocidos. Las empresas del agro, los medios de comunicación, el mundo científico y la dirigencia política son básicamente hipócritas respecto de las consecuencias de los agrotóxicos, protestan y descalifican una simple investigación pero no son capaces de observar las innumerables evidencias médicas y reclamos en Santiago del Estero, Chaco, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe.

–¿Qué otros trabajos existen?

–Belle y Seralini en Francia. También hay trabajos de la Universidad Nacional del Litoral y de investigadores como Alejandro Oliva, de Rosario, que contó con la colaboración del INTA y Federación Agraria. Hay relevamientos de los doctores Rodolfo Páramo (Santa Fe) y Darío Gianfelici (Entre Ríos). No son muchos estudios, pero existen, son serios y están disponibles.

–¿Por qué el sector científico no estudia?

–Porque no en todo el mundo hay tan enorme cantidad de hectáreas con soja como se da en la Argentina. Hay casi 18 millones de hectáreas. Desde el punto de vista ecotoxicológico, lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo. Las corporaciones y la ciencia –Se intentó deslegitimar su investigación diciendo que la UBA y el Conicet no sabían de su trabajo.

–La UBA y el Conicet son organismos de gestión, no tienen por qué conocer todo lo que hago yo o lo que hacen todos sus investigadores. Está dentro de nuestras facultades definir las líneas de trabajo, investigar y dar a conocer resultados. Es la lógica de la investigación. Por eso yo no tengo que pedir autorización para iniciar una idea o un tema nuevo y ellos no tienen por qué conocerlo, porque la ciencia no funciona con organismos fiscalizadores de los temas que elegimos. Forma parte de la libertad académica, nos movemos por hipótesis, preguntas y desarrollamos investigaciones. También se dijo que el Conicet, como institución, no suscribió a mi investigación. Y es verdad, porque no se lo pedí y no tiene por qué suscribir en el marco de una idea nueva dentro de la amplitud de un proyecto. Es lo que sucede en centenares de investigaciones que se realizan. Que quede claro, el Conicet no tiene responsabilidad sobre mis decisiones. Es una decisión personal, como corresponde, no institucional. Y está dentro de mis facultades. Tampoco se requiere autorización institucional para desarrollar investigaciones, aunque sabemos que algunas son más resistidas que otras.

–Son públicos los convenios entre Conicet y la minera Barrick Gold, y también con Monsanto, con la cual hasta contaban con un premio de investigación conjunto (“Animarse a Emprender”). ¿Las investigaciones que pudieran ser críticas con esos sectores son menos bienvenidas que otras?

–(Sonríe.) Prefiero no responder.

–¿Usted podría investigar para Monsanto?

–Desde ya. El Conicet y la UBA lo permiten. Es más, muchos científicos trabajan desde hace años para empresas de biotecnología bajo la figura de asesor-consultor, por la cual el Conicet permite hasta doce horas semanales que sus investigadores provean servicios al sector público o privado.

–Se acusa a su investigación de no estar validada en una publicación científica.

–Es una chicana barata, de cuarta, que sólo muestra el temor de las empresas. En el mundo científico es sabido que la validación de un trabajo no se da por su publicación en una revista del sector. Es más, los científicos somos testigos de errores e incluso fraudes que se publican en revistas especializadas. Muchas veces se publica algo y luego se demuestra que es erróneo. Y, por otro lado, muchas veces hay investigaciones que no se publican no porque sean malas, sino porque a la revista no le interesa, sea por línea editorial o intereses en juego. Un ejemplo personal: en 1984 descubrimos genes muy importantes para el desarrollo embrionario, genes Hox. Publiqué dos papers en Cell, una de las mejores revistas del mundo, y había quienes creían y quienes no. Tuvieron que pasar años para que la comunidad científica lo validara.

–El Laboratorio de Embriología es dependiente del Conicet. ¿Su trabajo tiene que ser validado por el Conicet?

–Que por favor quede claro, ni el Conicet ni un comité editorial validan investigaciones, lo que hacen es evaluar la evidencia que uno presenta y juzgan la solidez desde la presentación. No tienen forma de verificar los resultados en forma práctica. La única certeza de una validación se da en que otros investigadores puedan repetir de forma sistemática, y hasta perfeccionada, los resultados de la investigación realizada.

–¿Cuándo va a compartir su trabajo para ponerlo a discusión de la comunidad científica?

–En breve. Debo terminar algunos ensayos y estará listo. Lo que más quiero es pasárselo a colegas, investigadores que repliquen el trabajo. De hecho ya lo he compartido con pares del país y del exterior. Desde ya que debieran ser estudios independientes, no los provistos por las corporaciones o espacios del Estado a su servicio.

–¿Monsanto podría replicarlos?

–Si contrata investigadores idóneos, sí. No tengo dudas de que lo hará y todos sabemos a qué resultados llegarán.

–¿Cómo continuará la investigación?

–Ya confirmamos las malformaciones. Ahora estamos avanzando en conocer cuál es el mecanismo de acción, es un paso más. Como es un trabajo científico, continuaré con el grado de libertad académica de que dispongo, tratando de ver cuáles son las causas mecanísticas y moleculares de las observaciones hechas para publicar los resultados. Aparte del anfibio, que nos sirve de modelo, extenderemos los experimentos a otros modelos de desarrollo embriológico, como aves.

–¿Puede suceder que, con estas nuevas pruebas, los resultados difundidos –de malformaciones– no se repitan? –No hay forma. Porque fueron experimentos controlados, en los que fuimos rigurosos. Y, además, porque ya hay evidencia científica que va en ese sentido. Por eso, insisto, no descubrimos nada nuevo. Yo llegué a un resultado y creo en él. Si la comunidad científica llega a otra conclusión, bienvenido sea. El centro del problema no debiera ser esta investigación. Sería querer tapar el sol con la mano. Yo sólo aporté un punto más a la discusión. Pero hay sectores que quieren cerrarla, ni siquiera por convencimiento ideológico, sólo por conveniencia económica.

–Se acusa a su trabajo de usar un método erróneo con el glifosato, y que por eso los resultados son devastadores: que las concentraciones de la experimentación nunca son las que eventualmente podría recibir un humano al ser aplicado en el campo. Hubo quien mencionó que “si ponemos gasoil en el vaso de leche, claro que ocasionará intoxicaciones, y no por eso se prohibirá el combustible”.

–Ese tipo de afirmación tienen varias facetas. Por un lado, muestra desconocimiento biológico, lo cual es entendible para quien no se dedica a esta rama de la ciencia. Pero, en boca de los voceros de las corporaciones, también muestra una intencionalidad lejana a la inocencia, con intenciones de desprestigiar una estrategia de análisis mundialmente aceptada. Entonces sí me parece una comparación poco seria, maliciosa e hipócrita. Es sabido, tanto en la comunidad científica como en el sector agropecuario, que la aspersión del herbicida afecta ecosistemas, operando directa o indirectamente sobre insectos y otras especies animales cuando se ponen en contacto con el herbicida. O sea que además de células vegetales, también afectan organismos compuestos por células animales. Nuestros experimentos alertan que tanto el cóctel comercial como la droga pura en células animales generan alteraciones del desarrollo embrionario. Por lo tanto el glifosato dentro de la célula embrionaria altera el funcionamiento celular, tal como sucede en las células vegetales de las malezas. Por otra parte, ya está probado que los herbicidas se trasladan por la acción del viento. Es una prueba de la realidad, incontrastable, el padecimiento de familias de campos linderos y de barrios cercanos a las fumigaciones. Por lo tanto, el glifosato puede atravesar barreras respiratorias y/o placentarias y entrar a las células embrionarias, incluso existen avances científicos en esa dirección, como también existen registros de glifosato y de sus posibles metabolitos presentes en mujeres embarazadas. Esto podría correlacionarse con potenciales efectos malformativos. Por lo tanto, desentrañar si el glifosato puro inyectado tiene efectos sobre el comportamiento de células embrionarias animales durante el desarrollo era ineludible en una estrategia experimental correcta, e insisto que utilicé una estrategia de análisis clásica de la investigación científica.

–¿Cree que hay que prohibir el glifosato?

–En mi trabajo yo no planteo eso. Y no es de mi competencia proponer una medida de ese tipo. Lo único que afirmo, respaldado en 30 años de estudio en la regulación genética embrionaria, es que este producto genera alteraciones en el desarrollo, estoy seguro de eso.

–Sus resultados no se corresponden con la clasificación del Senasa o las recomendaciones de la Secretaría de Agricultura.

–Es un claro problema de ellos, que lo clasifican como de baja toxicidad. Todo lo contrario de lo que afirman estudios diversos, que confirman la alteración de mecanismos celulares y, sobre todo, contrario a lo que padecen familias de una decena de provincias. Es de locos pensar que no pasa nada.

Por Darío Aranda

Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/e…

 

“La crisis borró las fronteras entre el centro y la periferia»

Hélène Bouneaud
El 7 de abril de 2009

Hélène Bouneaud durante su paso por la sede de la CTA en Buenos Aires. 06-04-2009 / Habla la secretaria de Relaciones Internacionales de la CGT, la mayor central sindical francesa.

Acaba de encabezar un paro general y una movilización de tres millones de personas que paralizó toda Francia. Con ese ímpetu a cuestas, Hélène Bouneaud –secretaria de Relaciones Internacionales de la mayor central sindical en su país: la C.G.T.– llegó al país para participar del IX Congreso Ordinario de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). De la múltiple delegación internacional que llegó al teatro Margarita Xirgu del barrio de San Telmo brilló con luz propia el acento francés de Hélène: su estética europea –anteojos con marco de carey, pelo rebajado, chaqueta de jean–, el tono entreverado de sus palabras, su testimonio sobre la pulseada contra el “gobierno conservador de Nicolás Sarkozy”. “La Unión Europea sólo se plantea rescatar a los bancos y a los grandes empresarios”, advirtió, luego, Hélène a Miradas al Sur para puntualizar su mirada doméstica de la crisis internacional.

–¿Cómo toman la actitud de sus colegas británicos que exigen la expulsión de la mano de obra extranjera?

–Significa que la crisis, aparte de oportunidades, abre muchos riesgos. Y uno de los mayores peligros es que la deslocalización que efectúan las transnacionales genere antagonismos entre trabajadores legales e indocumentados. Si los sindicatos no peleamos para generar mayor concientización, nos vamos a topar con un avance del sentimiento fascista. Y la vuelta de una economía chauvinista es un hecho ilógico porque los mercados ya están sumamente entrelazados. Pero la Unión Europea: nada, sólo plante rescate de los bancos y de los grandes empresarios.

–¿No vuelcan expectativas en las cumbres internacionales como la del G-20?

–Nosotros creemos que la salida a la crisis es apostar por un desarrollo sustentable, porque la crisis climática y ambiental es muy seria. Con otro tipo de economía y productividad podríamos cuidar el medio ambiente y generar muchos empleos. Eso, a su vez, nos ayudaría a luchar contra la xenofobia y el repliegue en nuestros paisitos.

–¿Las transnacionales desean ahora asentarse más en la periferia que en los países centrales?

–Hoy el concepto de países centrales y periféricos no tiene sentido. Porque países de la periferia tipo India: donde la calidad del personal calificado y de su investigación para el desarrollo es tal, que las transnacionales deslocalizan parte de su producción hacia ahí, donde se está asentando el casco duro del capital financiero. Por lo tanto, la periferia ya no tiene un sitio a priori porque hay una permeación total de las fronteras clásicas de la división internacional del trabajo.

–¿Qué particularidades presente el movimiento obrero europeo en la actual crisis?

–Francia, por ejemplo, presenta ventajas comparativas con otros vecinos en su nivel de protección social, y eso a las empresas con visión de mediano plazo les conviene porque les garantiza estabilidad en la mano de obra.

–¿Qué motivó, entonces, la última gran movilización francesa que encabezó la CGT? –Las empresas se están aprovechando de la ayuda financiera del Estado para realizar despidos preventivos por una hipotética futura crisis de productividad. Para dar una idea: en septiembre y octubre del año pasado superamos los 400 mil despidos; la última estadística señala que en este año se están consumando tres mil despidos diarios.

–¿Cómo caracterizan al gobierno de Sarkozy: neodegaullista, pronorteamericano?

–El gobierno de Sarkozy defiende una política neoliberal estricta en un momento que el resto del mundo aplica medidas reguladoras de la economía. Su política es el todo mercado: privatización de todo lo que pueda y, fundamentalmente, es el programa de la asociación patronal.

–¿Es optimista que esta crisis puede abrir una salida a la clase obrera?

–Depende de su capacidad de movilizar pero, además de resistir, generar la capacidad de generar propuestas. Y para eso necesitamos unirnos…

–¿Y ser gobierno?

–Eso es complicado en Europa donde los partidos de izquierda están muy divididos. Además, en los últimos años, muchos de ellos abogaron por salidas social-liberales, o hay otros que se definen muy radicales pero sin capacidad de establecer alianzas para llegar al poder.

–¿Con qué expectativa observan el boom latinoamericano de gobiernos progresistas?

–Pensamos que fueron los primeros en tomar medidas concretas contra el neoliberalismo. Y, además, significan una esperanza porque demostraron ponerse de pie después de veinte años de políticas de derecha.

Fuente: Miradas al Sur http://www.elargentino.com/nota-355… Por Emiliano Guido eguido@miradasalsur.com

 

“La derecha se quedó sin su Norte”

ENTREVISTA CON EL FILOSOFO Y ANALISTA INTERNACIONAL EMIR SADER
El 23 de marzo de 2009

Según Sader, la derecha latinoamericana dejó de tener una alternativa para ofrecer y perdió la orientación de Estados Unidos. El experto brasileño señala que los gobiernos progresistas de la región tienen como más férreo opositor a los medios.

Emir Sader pertenece al reducido grupo de pensadores latinoamericanos que prefieren ver el vaso medio lleno. Aunque en su rostro se nota que no es un ferviente defensor, no le gusta criticar a los gobiernos más moderados de la región, especialmente el de Luiz Inácio Lula da Silva y Cristina Fernández. “La oposición a esos gobiernos no está a la izquierda, sino a la derecha. El intelectual puede decir lo que se le dé la gana, pero la realidad te polariza”, señaló el filósofo brasileño, en su oficina en la sede porteña de Clacso, el centro de estudios latinoamericanos que dirige.
–Usted habla de tres monopolios en América latina: el de las armas, el dinero y la palabra. Este último, según su análisis, es el más sólido.
–Es más que el control de la palabra y la información; es el monopolio de un estilo de vida. Es el estilo de vida Hollywood, que nos dice quién es bueno, quién es malo, qué debemos consumir… nadie le disputa la hegemonía a ese enorme aparato. La mayor fortaleza de Estados Unidos no es su fuerza militar ni su fuerza económica… es su cultura
–Pero el monopolio de la palabra también se refiere a los grandes medios de comunicación locales.
–Sí. En Brasil casi toda la prensa cotidiana es parte de una oposición sólida al gobierno de Lula. Sin embargo, el presidente tiene 84 por ciento de apoyo y sólo cinco por ciento de rechazo. Para los gobiernos progresistas de la región, los medios son hoy el frente opositor más sólido. En muchos países, Argentina entre ellos, son unos puñados de familias que se pasan las empresas de padres a hijos. Identifican la libertad de prensa con la prensa privada; determinan si un país es democrático si tiene elecciones, partidos políticos y… empresas privadas.
–Ante el aparente debilitamiento de la derecha, ¿esos medios de comunicación están ocupando el rol de opositores?
–¡Es que son políticos! Las derechas latinoamericanas se quedaron sin su Norte. No tienen una alternativa clara para ofrecer y perdieron la orientación de Estados Unidos. Localmente sólo les queda el enfrentamiento con los gobiernos, con el proyecto de integración regional. Como no tienen planteamientos propios, sólo pueden combatir e inviabilizar los avances de los gobiernos, que a pesar de no ser iguales la mayoría comparte un rechazo abierto a los Tratados de Libre Comercio. Además, hoy más que nunca, Estados Unidos no es un buen socio.
–¿No hay posibilidad de un acercamiento comercial con Estados Unidos bajo el nuevo gobierno de Barack Obama?
–Lo que plantearon Obama y Lula en la reunión en Washington fue el saneamiento de los bancos y la expansión del crédito, no la promoción del comercio. Y en la reunión de Trinidad y Tobago tampoco va a ser el tema central. La cumbre va a empezar así: “Good morning mister president… and Cuba?” Ahí veremos qué tipo de estadista es el nuevo presidente norteamericano.
–Para usted, Venezuela y Bolivia están viviendo un posneoliberalismo. ¿Argentina también? –Brasil, Argentina y Uruguay tienen hoy gobiernos contradictorios. Menem era absolutamente coherente, como lo era Cardoso. Hoy son más contradictorios; heredan modelos y los mantienen en parte. Conservan el modelo financiero, los agronegocios; pero no el modelo económico porque retoman las políticas de desarrollo, que habían sido sustituidas por la estabilidad monetaria. En lo que cambian –política exterior, programas sociales– son mejores. Frente a esto, en Brasil la izquierda adoptó dos opciones. Una es decir que Lula es el mejor administrador de neoliberalismo y, por lo tanto, hay que destruirlo para poder construir una izquierda sana, pura… Esa es una posición derrotada porque pelea contra la realidad. Lula no es Cardoso. La otra posición es que es un gobierno contradictorio, con un sector progresista y un sector conservador. Uno tiene que sumarse a uno de ellos y pelear porque ese predomine. La oposición a esos gobiernos no está a la izquierda, sino a la derecha. El intelectual puede decir lo que se le dé la gana, pero la realidad te polariza.

Por María Laura Carpineta

Fuente: Pagina 12 http://www.pagina12.com.ar/diario/e…

 

 

La actual globalización exige un nuevo paradigma de cooperación

Entrevista con Leonardo Boff, teólogo y militante social brasilero
El 17 de marzo de 2009

Si la globalización es la lógica predominante en el planeta; si la tierra es el espacio común único, y los seres humanos una especie profundamente interdependiente; entonces la antigua noción de cooperación Norte-Sur debe ser redefinida. «Es el momento de encontrar un nuevo paradigma, que supere lo viejo y dinamice lo nuevo. Debe ser un eje esencial de las relaciones planetarias», enfatiza Leonardo Boff, teólogo de la liberación, uno de los más prominentes pensadores latinoamericanos contemporáneos. En esta entrevista exclusiva Boff apuesta a un «Contrato social universal,» donde imperen relaciones justas, una cultura del diálogo- consenso, y, particularmente, una cooperación realmente solidaria.

 

P: La humanidad vive en un planeta cada vez más global. ¿Cuál es el desafío presente y futuro de la relación entre hemisferios, continentes y hombres?

R: Esta globalización significa una nueva etapa de la historia de la humanidad y de la tierra que se caracteriza por que todos los pueblos, culturas, tradiciones, religiones se encuentran en un lugar único, la casa común, el planeta tierra.

Entonces, debemos compartir. No hay otra alternativa. Este concepto, tal vez, constituye el aspecto singular de este momento. Como nunca, hoy, el ser humano se reconoce como una especie, una familia, que habita un espacio que tiene recursos limitados, con superpoblación y en una tierra que se muestra enferma dado al calentamiento global y el desequilibrio pronunciado de los ecosistemas.

Esta constatación global exige una solución global. Una acción global sólo puede resultar de la colaboración, de la solidaridad que cada cultura, religión, ser humano, persona, iglesia, país, pueda promover en beneficio de la totalidad.

Por lo tanto, la actual globalización exige una nueva cooperación y solidaridad.

La cooperación rige el universo

P: Es decir…

R: Sin la cooperación y la solidaridad quedaríamos presos del viejo paradigma que se caracteriza por la competencia y no por la colaboración. Un mundo de conflictos, enfrenamientos, de una gran acumulación de riquezas por una parte minúscula en detrimento de la exclusión de la otra parte mayoritaria.

Pienso que por primera vez, dada la magnitud de la crisis, se da la posibilidad de entender que los recursos de la tierra deben ser distribuidos en forma equitativa entre todos los seres humanos. Eso exige una gestión global y consciente de los recursos con que contamos. Y ahí la categoría central de la cooperación y la solidaridad. Conceptos que no dependen de la virtud individual que uno pueda o no tener. Una cooperación y solidaridad en el marco del trasfondo de lo que nos confirman los astrofísicos, los biólogos, los científicos en general. Quienes afirman que la ley más universal del universo es la cooperación de todos con todos. Como decía el físico alemán Heisenberg la ley máxima es que todo tiene que ver con todo, en cualquier momento y circunstancia. El todo es hecho con la suma de los entes virtuales y reales. El conjunto de energías del conjunto de los seres. Y allí rige la cooperación y la solidaridad de unos con otros para que todos puedan vivir y coexistir asegurando el respeto de la biodiversidad.

P: ¿Sostiene la figura del planeta como casa común y los seres humanos, no importan en que continente, como la gran familia humana?

R: La noción del Estado-Nación existe y tiene su función, pero en cierta forma es una categoría del pasado. Ahora, la Nación única es la tierra. Y todos los seres humanos son ciudadanos de la misma. Conservando las experiencias que ellos han hecho a lo largo de siglos, en sus culturas, ecosistemas, mundo de valores y espiritualidades. Todos aportan y comprueban que esas dimensiones son todas humanas. Significa que el ser humano puede ser humano de mil formas diferentes. Que no hay una sola forma occidental y cristiana. El conjunto de esas manifestaciones diversas son dignas, expresan la riqueza de lo que significa el ser humano. Y ahí aparece la familia humana, con distintos rostros, hermanos y hermanas, formas de vivir diferentes, pero todos como miembros de la misma. Hay muchas especies de seres vivientes. Entre ellas el ser humano, que forma dicha familia. Y el gran sueño de la familia, por pequeña que sea, es reunirse, celebrar juntos, festejar la generosidad de la naturaleza. Y este es el sueño de la familia humana que se sienta alrededor de la mesa de la casa común, para disfrutar lo que la tierra puede ofrecerle y los bienes culturales que hemos creado. Y entonces, en ese caso, la familia se sentirá contenta. No en un valle de lágrimas sino en un terreno de bienaventuranzas.

El viejo paradigma de la cooperación

P: Diferentemente a su visión humana y humanista de la cooperación, lo que hoy impera, sin embargo, es la reproducción de mecanismos de dominación del Sur por parte del Norte…Y, a veces, en ese marco, la cooperación aparece como una fórmula para tranquilizar conciencias.

R: Es la estrategia del viejo paradigma. Que haya naciones que tengan la hegemonía. Donde una entre ellas es imperial y domina e impone rumbos. Ese paradigma no busca cambiar el sistema sino, a lo sumo, disminuir los efectos negativos del mismo. Y ahí entra la visión tradicional de la cooperación, que no cambia ni las relaciones de poder ni los privilegios. La tierra crucificada, dividida en muchos países, explotada. Con una cooperación existente pero que no constituye el eje mismo de la sociedad planetaria, que sirve para tranquilizar la mala conciencia de algunos, que intenta tranquilizar a los que sufren para que no se rebelen, mientras el sistema que crea marginados se mantiene intacto. Esa visión, pienso, se está desgastando. Y cambiamos rotundamente de rumbo y referentes o vamos hacia un conflicto generalizado.

Globalización, balcanización y cooperación

P: En ese desafío de paradigmas, aparece un concepto -muy debatido en los diversos Foros Sociales Mundiales- de particular peso: el del Sur Global. ¿Cuál es su visión?

R: Hay dos actitudes y tareas importantes. La primera, reforzar los países del Sur para que ellos tengan más fuerza de negociación con el Norte. Reivindicando, por ejemplo, mejores precios de sus productos en el comercio internacional; influyendo sobre las políticas internacionales. La segunda, es darse cuenta que el proceso mundial es contradictorio: existe al mismo tiempo globalización y balcanización.

En ese sentido es muy importante que exista esa articulación del Sur global, porque es justamente en el Sur donde existen todos los elementos que necesita el Norte: agua dulce, petróleo, diversidad. Todo eso está en el Sur pero cada vez más re-colonizado por las empresas multinacionales. Si bien existe esa contradicción Norte-Sur, es importante ver la tierra como la ven los astronautas, como una entidad única y junto con ella la humanidad formando un ente solo. De allí encima, no se ven las diferencias Norte-Sur, si este ser es católico o musulmán…

Y en el nuevo paradigma es fundamental esa visión. E impedir lo que promueve la explotación actual de recursos: la bifurcación de la gran familia humana. El gran riesgo hoy es que los poderosos construyan un Muro de Berlín que separe el Norte y el Sur. Que utilicen todas las tecnologías y avances como la biotecnología o la nanotecnología, para que en el Norte se viva hasta los 130 años, dejando al resto de la humanidad afuera. Y pienso que uno de los desafíos humanísticos clave hoy – que incumbe también a las iglesias- es el de mantener unida la familia humana, impedir la bifurcación.

Y aquí vuelvo a insistir en el valor del nuevo concepto de cooperación. No debemos pensarlo como un dato más. Sino como un proyecto personal y colectivo, que anime la relación entre los pueblos y mantenga unida la familia humana. De lo contrario habrá profundos desgarramientos.

P: Entendiendo entonces al Sur global como la unión de los marginados tanto del Sur como del Norte…

R: Esta observación es muy importante. No debemos comprender lo del Norte y Sur como categorías sólo geográficas, sino sociológicas. Y es esencial la unión de ese Sur global porque le da fuerza al grito contra la injusticia. Sería importante definir une especie de diplomacia popular. Que los pueblos se visiten, se encuentren, se sientan, vean las respectivas voluntades de amar, de construir…Y ahí desaparecerán rápidamente los preconceptos. Descubrimos que todos somos humanos, frágiles, llenos de deseos, que queremos la felicidad. Y que todo eso vale mucho más que una nutrida cuenta en un banco. Y que el ser humano es mucho más importante que cualquier proyecto tecnológico. Todo eso es sólo posible, insisto, a partir del contacto de piel con piel. ¿Porqué no promover un verdadero Contrato Social Mundial, que hoy por hoy no existe. Un Contrato que nazca desde abajo, desde los pueblos.

Una nueva cosmovisión

P: ¿Podría definir más ese nuevo paradigma de sociedad planetaria? ¿Algunos conceptos esenciales de la misma?

R: Más que preceptos o reglas me parece que hay que pensar direcciones y rumbos.

En primer lugar, el convencimiento de que tenemos una sola tierra como casa humana.

Luego, que la tierra-humanidad es una gran unidad. La tierra es vida y no sólo tiene vida sobre ella. Esa tierra-humanidad hay que protegerla porque está amenazada por actividades irresponsables de los seres humanos, especialmente en los últimos trescientos años al generalizarse un modo de producción industrialista.

En tercer lugar, la ética fundamental es la del cuidado. Todo lo que vive exige un cuidado. Nosotros mismos no existiríamos sin el cuidado de nuestras madres al nacer.

Otro punto clave, es desarrollar la compasión. No como piedad sino promoviendo la capacidad de sentir como el otro. Y crear estructuras que permitan que la tierra pueda existir.

El quinto aspecto, es el de la responsabilidad universal. Darnos cuenta de las consecuencias de nuestros actos. No podemos impulsar una guerra hoy porque significaría la destrucción de la especie humana. No podemos usar los organismos genéticamente modificados porque producen consecuencias enormes a la estructura de la vida. Eso implica promover una ética de la vida. Y tener en cada país o región cuerpos éticos que estudien las consecuencias de los actos. Impulsar una ciencia con conciencia. No una ciencia para el desarrollo sino para la vida, que sea buena para las grandes mayorías.

Complementariamente, y un sexto aspecto, estoy convencido que una ética no se impone si no hay un áurea de espiritualidad. Un sentido más amplio de la vida. Estamos enganchados con algo que trasciende el mundo, somos seres en una serie infinita de acción que sólo descansan cuando identifican esa realidad más trascendente y ven lo que está por detrás. Permitiendo que la vida continúe. Poniendo orden en el caos del universo. Algo que los seres humanos respeten y valoren. A esto las religiones le han dado como nombre «Dios». En todo caso sin esa espiritualidad el ser humano siente un vacío enorme.

Y una advertencia: es bueno que las culturas desarrollen todo eso. No hay que dejar que la espiritualidad sea el monopolio de las religiones, sino un dato antropológico.

La cooperación «piel a piel»

P: Volviendo al plano de la cooperación. Hablaba anteriormente de la importancia del contacto «piel a piel» para la construcción de una nueva cultura planetaria. Hay una tendencia en el Norte de subestimar la cooperación que promueve el intercambio entre personas. Lo que más se valora es la transferencia tecnológica y los resultados cuantitativos-mesurables.

R: La crítica viene de un viejo modelo de desarrollo sólo material, que busca sobre todo eficiencia, que ve las relaciones objetivas con la naturaleza como más importante que las transformaciones sociales. Y eso es una visión débil. Porque en verdad el garante de la felicidad del ser humano, que unifica la familia humana, no es el cúmulo de bienes materiales, una tecnología más desarrollada, sino el sentimiento de felicidad, de autoestima, de reconocimiento , de respeto, de amor entre personas y pueblos. Eso no está en el banco ni en la bolsa de valores sino en el corazón humano.

Hay una lucha entre dos paradigmas que también toca la cooperación. El viejo, es materialista, calculista, eficientista.

En realidad necesitamos tecnología, ciencia, producción. No queremos ser obtusos en nuestros pensamientos. Pero queremos un modelo donde la ciencia pueda integrar la poesía, donde la producción se integre con la celebración y la fiesta. Una combinación compleja que hace la plenitud del ser humano.

P: Otra tendencia de la cooperación no logra trascender la relación marco Norte-Sur. No entiende que hay un verdadero potencial en el intercambio Sur-Sur y que hay nuevos espacios, como el de las redes mundiales, el de los foros sociales, que potencian significativamente una forma futura de cooperación diferente…

R: Es contradictorio para esa tendencia aceptar nuestra cosmovisión, porque es anti-sistémica. Y esas categorías tan válidas como la del intercambio, enriquecimiento intercultural mutuo, etc. no caben en el universo mental de los que defienden números, cuentas, rentabilidad.

Es esencial construir una plataforma común, humana, basada en el diálogo. Lo que puede facilitar el diálogo del gran gerente de una transnacional helvética y una persona de la base en un país latinoamericano no es la racionalidad, sino la razón sensible, la inteligencia emocional.

Dado que el mundo está globalizado hay que generalizar el aparato de conversación. Todo el mundo conversando, intercambiando. Y sobre esa base, acentuar los puntos comunes, las convergencias en la diversidad.

La concepción que no prioriza este intercambio interpersonal, muchas veces termina apostando a la violencia como vector de imposición, sea militar, ideológica, informativa etc.

P: Una reflexión final…

R: Compartir con ustedes un convencimiento que creo que es mutuo. En mi caso, luego de tantos años de luchas, muchas de ellas perdidas porque el sistema nos venció más de una vez, rescato dos elementos importantes. Uno, que a pesar de todo, hemos seguido, perseveramos, continuamos, sin conceder nada. La otra, que nos consideramos semilla. Ya eso es importante. Para que juntos con otros la convirtamos en árbol grande…

Sergio Ferrari, Beat Tuto Wehrle Entrevista realizada con motivo de los 50 años de E-CHANGER (Intercambiar):

 

Combatir la desigualdad es la forma más eficaz de enfrentar la crisis

Entrevista de Carta Maior a James K. Galbraith 15/03/09
El 16 de marzo de 2009

“Lidiar con la pobreza, en realidad, es la forma, más eficaz de lidiar con la crisis económica, mucho más eficaz que la estrategia de dar dinero a los bancos o a las grandes empresas. Es así como se restauran los flujos de renta, de capital, y la capacidad de tomar crédito de la población y del sistema como un todo.”

En el marco del Seminario sobre el Desarrollo, organizado por el gobierno brasileño, Tiago Thuin y Clarissa Pont entrevistaron al economista norteamericano James Galbraith. El profesor James Galbraith, director del Proyecto Desigualdad en la Universidad de Texas- Austin, no es solamente el heredero de un nombre ilustre (su padre, fue uno de los economistas más influyentes de los Estados Unidos en la posguerra). Él fue uno de los primeros en prever la actual crisis económica, ya en 2004, y por eso es percibido cada vez con mayor atención por la prensa y el gobierno norteamericano. Su libro “El Estado predador: cómo los conservadores abandonaron el libre mercado y por qué los liberales también deberían hacerlo”, está entre los tres más vendidos en la categoría “gobierno” de Amazon.com. En Brasil, para participar del Seminario Internacional sobre Desarrollo organizado por el Consejo de Desarrollo Económico y Social, Galbraith concedió una entrevista a Carta Maior, en la que explica que la crisis, gestada por las políticas irresponsables de desregulación bancaria, está lejos de ser superada; y que el camino de su superación pasa antes por la ayuda a la población en general, principalmente a los más pobres, que por la ayuda a los bancos y a las grandes empresas.

 

CM. ¿Usted piensa que la ayuda económica prevista por el Congreso norteamericano tendrá éxito?

JG. Tengo mis dudas – el paquete de estímulo y de salvataje a los bancos – son complementarios. El estímulo económico depende del salvataje bancario, y el problema de éste es que la táctica, la visión básica por detrás de él, que es de comprar acciones, ofrecer capital a los bancos para lograr que comiencen a prestar nuevamente, está errada. La razón por la cual los bancos no están concediendo crédito es que hay una escasez de buenas oportunidades de inversión, o de tomadores de crédito con garantías apropiadas, con inmuebles valorizados u otras garantías. Y el problema con los bancos es que la cartera de activos vale mucho menos de lo que ellos pensaban que valía. Es una insolvencia sólida y, hasta que se enfrente eso, no habrá reconstrucción del sistema financiero.

CM. Aquí en Brasil, a pesar de que los bancos están en una situación mucho más sólida que en los Estados Unidos, medidas de estímulo al crédito, de capitalización de los bancos, fueron realizadas. ¿Usted piensa que esas medidas tendrán efecto en el sentido de estimular los bancos que ofrecen crédito?

JG. No estoy familiarizado con la situación específica de Brasil, pero considero que la misma idea general se aplica. El crédito carece de una comunidad tomadora de préstamos importantes, que tenga condiciones de tomar empréstitos, y es eso lo que simplemente no está presente en una crisis.

CM. ¿Usted escribió recientemente un libro, El Estado predador, en el cual aboga por la renuncia a las prácticas neoliberales? ¿En su opinión es que la intervención del Estado en la economía vino para quedarse, o es sólo una reacción temporaria de pánico?

JG. Mire, el principal argumento de mi libro es que en los Estados Unidos – y creo que en todas partes – el ideal neoliberal ya había sido abandonado. El gobierno conservador fue un gobierno intervencionista – practicando la intervención a favor de un base estrecha, apadrinando los sectores de la energía, militar y minero, los grandes medios de comunicación y el sector financiero. Grupos muy pequeños pero muy poderosos en la práctica formaban y controlaban el gobierno por un largo período, y el resultado – específicamente en el sector financiero – fue un desmoronamiento completo de la confianza de parte de la comunidad como un todo en la seguridad del sistema, en las reglas que garantizan la seguridad del sistema. Esa es la causa de la explosión de empréstitos subprime cada vez más arriesgados, que a su vez envenenó toda la estructura de los activos de los bancos y toda la economía.

CM. ¿Cree que una regulación financiera más severa, en los moldes de la que fue impuesta en Estados Unidos desde 1933 en adelante, será aplicada a partir de ahora en este país y globalmente?

JG. Sí. Y tiene que ser impuesta a nivel global, trasnacional, y los mecanismos que van por eso en la práctica ya están ahí. La cuestión que propongo, entonces, es que es prematuro pensar en la recuperación de la economía financiera solamente a partir de un sistema regulatorio mejorado. El problema está en que las propias instituciones deben ser reconstruidas, con cuyos activos envenenados tenemos que luchar.

CM. Desde el comienzo de la crisis la lucha contra la desigualdad, que era discutido en foros internacionales y por los gobiernos hasta entonces, quedó en un segundo plano. ¿Existe una opinión de que ese es un asunto del que no hay que preocuparse antes de salir de la crisis? ¿Usted considera que esa actitud es sensata o necesaria?

JG. Ahora bien, ¿Cómo se lucha contra la pobreza, contra la desigualdad? Justamente mediante la red de seguridad social. En la gran depresión del 29, prácticamente toda iniciativa de mayor porte fue un medio para disminuir el riesgo, distribuyéndolo y aumentando el nivel de vida en la base de la pirámide económica. Garantías de depósitos, el sistema de asistencia y seguridad social, las medidas para estabilizar la industria y la agricultura, todo fue en ese sentido, y fue así que los EE.UU. consiguieron salir de la peor fase de la crisis económica. Lidiar con la pobreza, en realidad, es probablemente la forma, más eficaz de lidiar con una crisis económica, mucho más eficaz que la estrategia de dar dinero a los bancos o a las grandes empresas. Es así como usted restaura los flujos de renta, de capital, y la capacidad de tomar crédito de la población y del sistema como un todo.

CM. Hay una opinión, algo difundida, de que el Brasil está mejor ubicado que otros para enfrentar la crisis, y podría hasta superarla en el corto plazo. ¿Cuál es su posición?

JG. Bien, como ya dije, no estoy familiarizado con la situación brasileña, pero considero razonable decir que Brasil está en una posición sólida, comparado con otros países. Sin embargo, ningún lugar de la comunidad global va estar a salvo de los efectos de la actual crisis. Y por eso, es parte de la responsabilidad de los países mayores y más sólidos ayudar a los otros, si quisieran ver una solución efectiva de la crisis global. No puedo decir sí asumirán esa responsabilidad, eso es una cuestión política.

CM. Esta es una crisis que va más allá de la economía. También es una crisis política. ¿En su opinión, cuáles fueron las razones políticas que llevaron a esta crisis?

JG. En los Estados Unidos pasamos por un período de desgobierno. Un abandono de la responsabilidad pública, de la regulación financiera seria. Esa es la raíz de la crisis, de las hipotecas subprime, de los instrumentos basados en esos derivados, profundamente enquistados en el sector financiero; esas cosas no habrían ocurrido con una regulación efectiva, solo pasaron porque el Ejecutivo favoreció a sus compinches y soltó la mano a las responsabilidades públicas reconocidas durante seis décadas.

CM. Nuevamente sobre la cuestión de la desigualdad: en la última década del Siglo XX creció en todo el mundo, tanto en los países que experimentaron recesiones como en los que crecieron de manera explosiva. ¿Usted ve en esta crisis una oportunidad, o un riesgo de que la desigualdad global aumente todavía más?

JG. Bien, en cualquier crisis los pobres van a ser más afectados que los ricos. Pero esta crisis, en particular, puede mostrar una diferencia: los más golpeados han sido los sectores financieros de los países ricos. Aunque al mismo tiempo se puede ver, por ejemplo, una disparidad creciente entre Europa Oriental y Occidental, debido a la manera como las monedas de la Europa Central y Oriental son respaldadas en libras o en euros. Y una de las implicaciones de eso es que además de ser apropiado que los países refuercen sus propias redes de seguridad social, en economías regionalmente integradas, o que aspiren a la integración con los países más fuertes, deben tomar medidas que refuercen ese tipo de políticas para la región como un todo.

James K. Galbraith es profesor de economía en la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, de la University of Texas-Austin. Anteriormente ocupó varios puestos en el Congreso de los Estados Unidos, incluida la dirección ejecutiva del Joint Economic Committee.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/i…