HIPÓLITO ATILIO LÓPEZ, EL VÉRTICE DE LA DIRIGENCIA SINDICAL DEL CORDOBAZO.
En un nuevo aniversario del Cordobazo compartimos este artículo de Javier Vitale, integrante del CEMO (Centro de Estudios para el Movimiento Obrero) publicado ayer 30 de mayo en el portal de Radio Gráfica.
Vitale se centra en la figura de Atilio López y se explaya sobre su trayectoria y protagonismo en las luchas obreras previas y posteriores al Cordobazo. Agregamos algunos datos: En el ’71 interviene en la unificación de la CGT local y es designado secretario general, llevando a Agustín Tosco, como adjunto. En las elecciones del 11 de marzo de 1973, en el que es electo Héctor Cámpora Presidente, el peronismo cordobés levanta la fórmula Ricardo Obregón Cano-Atilio López que resulta ganadora. Integra así la oleada popular que pone término a la dictadura militar.
Pero como sabemos esta “primavera” duró poco. El 27 de febrero de ese año se insubordina el teniente coronel Antonio Domingo Navarro, jefe de la policía cordobesa, y logra apresar a Obregón Cano y a López; poco después fueron liberados pero Atilio ya está en la mira de la Triple A.
A mediados de septiembre de 1974, López viaja a Buenos Aires y se hospeda en un sencillo hotel del Once. El día 16, es secuestrado, junto a su asesor, activo militante del gremio, Juan José “el gordo” Varas, por un grupo comando de las Tres A. Los cuerpos sin vida de ambos fueron encontrados, poco después, en Exaltación de la Cruz, Provincia de Buenos Aires.
Atilio López merece el recuerdo, la acción justiciera y reparadora de la memoria de los trabajadores. Vaya nuestro homenaje.
Por Javier Vitale *
Hipólito Atilio López nació un 9 de agosto de 1929 en la localidad cordobesa de Capilla del Señor. A pesar de los comunes equívocos sobre su primer nombre, es indudable que sus padres fueron muy conscientes de ponerle Hipólito, suponiendo de nuestra parte una plena adhesión familiar hacia el primer líder nacional del siglo XX de la Argentina. Un año después de aquel nacimiento se sucedió el golpe militar de septiembre, con Uriburu a la cabeza, que derrocó a Don Hipólito Yrigoyen, dejando trunca la experiencia del radicalismo popular, primer movimiento nacional.
En los albores de la irrupción de un proceso revolucionario como fue el peronista, Atilio consigue su primer trabajo de relevancia a la edad de 15 años en la fábrica de galletitas “La Campana”¹. Finalmente ingresa a la CATA (Comisión Administrativa del Transporte Automotor), una corporación del transporte urbano perteneciente a la Gobernación de Córdoba y creada en 1946. De esta manera, con 21 años, accede al puesto de trabajo que le significará su derrotero definitivo de compromiso, representación y, fundamentalmente, militancia sindical y política. Instantáneamente fue elegido por sus compañeros delegados de base del sindicato (Unión Tranviarios Automotor), y, en el corto plazo, también llega a ser el Delegado General en la CATA. En paralelo, profundiza su formación político-sindical dentro de la Escuela Sindical de la CGT donde llega a graduarse en 1952. Es interesante este aspecto ya que comúnmente se omite en biografías e historias de estas décadas el fenomenal proceso de “preparación intelectual” de innumerable cantidad de militantes y dirigentes sindicales, iniciado luego de la creación y el desarrollo de una gran cantidad de escuelas de capacitación en los sindicatos, en la CGT, en la Cancillería –con el fin de convertirse en Agregados Obreros en alguna embajada– o en el propio partido peronista. Cabe destacar lo anterior porque si no es históricamente incomprensible explicar esa capacidad que tuvieron cientos de delegados de base o dirigentes de segunda línea de poder conducir enormes estructuras sindicales –golpeadas, intervenidas, desfinanciadas– en plena resistencia peronista luego de 1955, sin experiencias de conducción previamente. Efectivamente, aquellos militantes sindicales fueron formándose –en las escuelas ya mencionadas, pero fundamentalmente en la práctica concreta– muchos años antes. Atilio López no fue la excepción y durante la resistencia demostrará rápidamente esa capacidad moldeada durante el peronismo.
Sin lugar a dudas, Atilio López fue una figura excluyente del Cordobazo, como el propio Cordobazo fue un suceso que trascendió espacial y temporalmente a Córdoba y penetró en los cimientos sociales de la Argentina. Ahora bien, un reiterado error en la interpretación histórica es pensar que fueron figuras y conflictos exclusivos de un época muy delimitada: los ‘60 o mejor dicho fines de los ‘60. Sin embargo, como analiza el abogado laboralista y ex dirigente sindical Lucio Garzón Maceda fueron “la culminación de un proceso”.² Es decir, tanto el Cordobazo como la figura aquí desarrollada de Atilio López deben ser analizados con una perspectiva histórica amplia, retrotrayéndola a los inicios de la resistencia peronista y en particular al proceso específico del movimiento obrero cordobés.
En una Córdoba en plena ebullición económica (desarrollo industrial nacional durante el peronismo, incorporándose el capital trasnacional luego del Golpe de Estado de 1955) y política (epicentro del golpismo “Libertador” y lugar neurálgico del ataque, persecución y encarcelamiento de miles de militantes peronistas, en su mayoría sindicales), López fue rápidamente encarcelado en los inicios de la dictadura de Aramburu y Rojas. Logró ser liberado, retornó a una CATA ya intervenida por los militares, disputó nuevamente la Delegación General frente a una lista pro patronal, y finalmente triunfó en la Secretaría General de la UTA Córdoba en 1956.
En 1957 la historia del movimiento obrero cordobés y de la propia provincia comenzó a entrar en una vorágine de grandes avances sindicales y organizativos, y de conflictividades sociales y luchas populares que trascendieron las cuestiones estrictamente reivindicativas. Durante aquel año se sucedieron tres hechos emblemáticos que determinaron el protagonismo y la trascendencia histórica de Atilio López y del sindicalismo cordobés, y que serán las bases de un proceso que terminará de solidificarse en el Cordobazo.
El primero de los hechos es la normalización de la CGT regional. Si bien tanto en la provincia como en el resto del país hubo casos de normalizaciones de sindicatos intervenidos, no había habido antecedentes hasta esa fecha de que la Confederación General del Trabajo haya podido normalizar alguna de sus regionales ni mucho menos su estructura nacional con sede en la calle Azopardo. Efectivamente, entre el aval del interventor de la CGT regional, el comandante Suárez, las negociaciones de los gremios ya normalizados y la presión de la dirigencia sindical peronista –mucha de ella todavía proscrita– se logró a fines de mayo de 1957 la convocatoria al plenario normalizador donde, en plena resistencia, se recuperó la primera regional de la CGT. Quien fue electo Secretario General es el propio Atilio López.
Es interesante indagar en esta aparición protagónica de López cuando no contaba previamente con antecedentes de participación en la CGT local y además era uno de los dirigentes más jóvenes en las mesas de discusión para consensuar el futuro Consejo Directivo (participaban mayormente peronistas de la vieja guardia y otros dirigentes peronistas de tinte más autónomo). Es que su rol sindical tenía cierto prestigio, mayormente por la defensa de los intereses de los trabajadores de la CATA y de los tranvías, pero su rol político sindical de defender la misma CATA de los intentos privatizadores y de plantear que el movimiento obrero debía encarar no solo las cuestiones reivindicativas sectoriales sino también enarbolar la importancia del transporte público estatal y del rol de los trabajadores en sostenerlo³ le dieron un protagonismo coyuntural que los demás dirigentes de mayor trayectoria visualizaron como una catalizador de esa coyuntura que resumía el sentir generalizado de los trabajadores. López era una síntesis del perfil de regional que se necesitaba para una plena recuperación de la CGT local, con una rápida necesidad de acumulación política –el conflicto de la UTA por la no privatización de la CATA estaba en pleno desarrollo durante esos días y era una de las principales políticas gubernamentales de confrontación–.
En consecuencia, la figura de Atilio López ubicó al nuevo Consejo Directivo en pie de lucha contra el gobierno de la ciudad de Córdoba. La presencia de Atilio demostró que esta apertura y relevancia a nuevos dirigentes, como también a dirigentes que no provenían del peronismo doctrinario y a sectores independientes fue otro rasgo distintivo de la CGT de Córdoba desde la normalización en adelante.
De ahí en más habrá tres corrientes fuertes dentro del movimiento obrero cordobés: los ortodoxos que provenían de la vieja guardia sindical y que quedaron relegados dentro de la conformación de la regional, los legalistas como una renovadora corriente del peronismo obrero y los independientes que a pesar de no ser peronistas buscaron participar y articular dentro de la vida institucional de la central sindical. Más allá de estas particularidades en cuanto a corrientes político sindicales es indudable que la CGT Córdoba supo contener y sintetizar al conjunto del movimiento obrero provincial, llegando a su cenit durante las históricas jornadas del cordobazo. Esto fortaleció a la CGT Córdoba y construyó una identidad propia que delineó su estrategia en la unidad a partir de la diversidad y desde allí acumuló política y simbólicamente⁴. De ahí que la figura de Atilio López tuviese un lugar central –más allá de su cargo institucional– en esos años dado su rol excluyente para convocar, articular y persuadir a distintos referentes sindicales en torno un mismo proyecto político sindical. Sus acercamientos con el SMATA de Elpidio Torres y el Luz y Fuerza de Tosco (ingresan los dos a la CGT de Córdoba en 1958), al punto de forjar una mesa de confianza y construcción mutua entre los tres, fueron ejemplo de esto siendo la antesala del éxito organizativo del cordobazo.
El segundo hecho significativo fue el paro general convocado por la intersindical nacional –formada por los sindicatos y las regionales normalizadas, de las cuales la más importante era la de Córdoba– para el 12 de julio del mismo año. Tuvo un alto acatamiento a nivel nacional, con mayor notoriedad en los grandes centros urbanos y de concentración laboral, y sus principales consignas fueron fundamentalmente de carácter político contra la dictadura: se reclamó por la defensa de la industria nacional y del poder adquisitivo popular, reivindicando un Estado al servicio de la nación y del pueblo, y por la devolución de la CGT central a los trabajadores exigiendo convocar a su normalización. A nivel local tuvo una gran adhesión y contundencia, y un alto grado de conciencia en cuanto a las consignas locales en pos del llamado a la huelga, ya que por ejemplo el conjunto del movimiento obrero cordobés incluyó como demanda que la CATA siga perteneciendo al Estado en una clara muestra de conciencia social y nacional⁵. Asimismo, no es menor remarcar que fue la primera medida llevada a cabo contra la dictadura “libertadora” por una Regional normalizada, institucionalizada y del peso específico de Córdoba. Este hecho le dio notoriedad y referencia nacional, y a su vez también una plena conciencia al movimiento obrero cordobés de su lugar de poder específico en las luchas sociales y políticas locales.
El tercer hecho emblemático para el movimiento obrero cordobés en ese 1957 bisagra fue el histórico Congreso de delegaciones regionales de la CGT en la localidad de La Falda donde se aprobó un Programa Nacional de los Trabajadores, mejor conocido como el Programa de La Falda. Primero se debe contextualizar esos días de noviembre y diciembre. Esta convocatoria que normalmente debiera haber sido hecha por la CGT central y no por una regional particular, como era la de Córdoba, se debió al fracaso del Congreso Normalizador de la CGT (forzado luego de la efectividad de la huelga general del 12 de julio) unos meses antes en donde el plan de la dictadura de restablecer la institucionalidad en la CGT con un Consejo Directivo adicto no logró sus resultados, gracias a la férrea oposición del peronismo sindical que emergió nuevamente a partir de estos hechos con la fundación de las 62 organizaciones gremiales peronistas. A su vez, eran momentos políticos dinámicos donde el antiperonismo partidario trataba de encauzar el proceso de ofensiva del régimen pregonando una falsa apertura democrática: se convocó a una asamblea constituyente para aprobar una nueva Constitución (se había “derogado” la de 1949 por un Bando Militar en un hecho nefasto y único de inconstitucionalidad) y se llamó a elecciones presidenciales para febrero de 1958 –siempre con el partido peronista proscripto–.
Ante estas diversas situaciones, varios sectores del movimiento obrero con la CGT Córdoba a la cabeza comprendieron la necesidad de que era el momento de ser un referencia clara para las fuerzas populares ante la desorientación reinante y de transmitir un lineamiento político sindical para el conjunto de los trabajadores ante los cantos de sirenas del sistema⁶. Con Atilio López como conductor de las deliberaciones durante los plenarios y como principal interlocutor frente a la restante dirigencia que se acercó al Congreso se termina de aprobar un programa que fue pieza clave en esos momentos para recuperar lineamientos ideológicos de la revolución peronista y, por qué no, cierta mística también, y que hoy es parte insustituible de un eje histórico fundamental que es el que nos ubica a los trabajadores como pensadores y hacedores de la política nacional. No es casualidad que su continuidad más próxima sea el Congreso y Programa de Huerta Grande también Córdoba, sosteniendo un hilo de coherencia y protagonismo alcanzado que, como venimos insistiendo, tendrá su momento cúspide durante el Cordobazo. Como conclusión de esta etapa inicial pero determinante a la vez, Atilio en su primer año como una de las principales figuras del movimiento obrero fue trascendental en la reconfiguración política y social de los siguientes 17 años, y también perduró para lo que significa la historia de la clase trabajadora argentina.
En los inicios de los ‘60 comenzó otra etapa del movimiento obrero cordobés y en particular para Atilio López. En julio de 1962 la UTA con Atilio López a la cabeza sufrió el golpe más duro de todos, y del que habían resistido durante 7 años, que es la definitiva privatización de la CATA, sumándole un contexto de eliminación de los servicios de tranvías. Esto modifica toda la rama de actividad y por ende prácticamente retrotrae a foja cero la estructura de organización gremial de la actividad. López había logrado en poco tiempo construir una unidad férrea al interior del gremio entre los dos grandes sectores: los colectivos bajo la órbita de la CATA y la compañía de Tranvías. Esto posibilitó que cada medida de fuerza de la UTA fuese masiva y contundente. Sin embargo, frente a estos cambios impuestos –de carácter antinacional y antipopular– por el gobierno municipal obligó a la dirigencia de la UTA a reorganizar el gremio yendo empresa por empresa para hablar con cada uno de los compañeros⁷. Uno de los compañeros de la CGT que más lo acompañó y ayudó fue Elpidio Torres de SMATA, quien no olvidaba los esfuerzos de Atilio en respaldarlo durante las elecciones del SMATA Córdoba en 1958 y fundamentalmente en el conflicto salarial con la empresa IKA en enero de 1959 que terminó siendo victoriosa para los trabajadores.
Con el golpe de Estado de 1966 encabezado por el Gral. Onganía se profundizan los ataques a las organizaciones sindicales, afectando a su vez derechos y conquistas de los trabajadores. Un año después, el interventor de Córdoba interviene el SMATA de Torres. Esta afrenta a uno de los gremios más fuertes y combativos de la provincia es un ataque por elevación al conjunto del movimiento obrero cordobés. Instantáneamente, Torres recibe el respaldo de Atilio López. Eran momentos culmines, previos al cordobazo, donde los reordenamientos sindicales nacionales impactaron a nivel local. Con la división de 1968 entre la CGT de los Argentinos y la CGT Azopardo, hubo intentos de los legalistas, con López a la cabeza, de que aquella fragmentación no impacte en Córdoba, tratando de sostener la línea iniciada en 1957 de plena autonomía de los vaivenes de Buenos Aires y de unidad a partir de la diversidad. A pesar de los intentos, ese objetivo no se logró y “la mesa de las tres patas”, como la definió Garzón Maceda, entre la UTA, SMATA y Luz y Fuerza, por el momento quedó desactivada.
Sin embargo, la agudización de la política antipopular, del ataque sobre los derechos adquiridos de los trabajadores y, principalmente, de la política represiva del gobierno de Onganía y del interventor en Córdoba generaron en 1969 un proceso de acercamiento de los sectores sindicales buscando un principio de unidad en la acción para confrontar abiertamente. Pero debe quedar muy claro que ese principio de unidad en la acción era una llama que no se había apagado desde su encendido en 1957; es decir, frente al peor de los escenarios para esa época como fue la dictadura de Onganía se reactivaron los acuerdos tácitos que había entre innumerable cantidad de sindicatos y, fundamentalmente, entre los principales 3 sindicatos que eran UTA, SMATA y Luz y Fuerza: ser la referencia social de un conjunto múltiple de sectores –incluso externos al sindicalismo– en la confrontación contra los sectores dominantes. Los sucesos de mayo son el resultado de un devenir de largo aliento. Y se iniciaron justamente por la acción de la UTA de realizar una huelga por 24hs. el día 5 de mayo que terminó siendo masiva y, a la vez, sorprendente para el poder gubernamental que no se esperaba esa acción según sus análisis del devenir de los acontecimientos. Al día siguiente la UOM de Córdoba realiza un paro exigiendo que se eliminen las “quitas zonales” que beneficiaba a las patronales. Inmediatamente el gobierno responde con la derogación del “sábado inglés” en las provincias donde regía, entre las que estaba Córdoba. Los sucesos inmediatos (tanto el éxito del paro de la UTA como la “contestación” del gobierno) hicieron reflexionar a Atilio López quien junto a Elpidio Torres analizaron que era un momento propicio para construir una gran medida de fuerza de todos los espacios perjudicados por el proyecto de Onganía. Luego se sumó Tosco, restableciendo “la mesa de la tres patas” que será la conducción táctica de los sucesos del Cordobazo.
Posteriormente, la UTA y la UOM convocan nuevamente a un paro pero esta vez por 48hs. para los días 15 y 16. La profundización del descontento social lo dio el SMATA cuando es ferozmente reprimida una asamblea del día 14 donde se adhieren al 15 y 16 y trasladan la conflictividad a la calle enfrentándose por primera vez con la policía. El SMATA era el sindicato más fuerte de la provincia, con gran poder de movilización y de herir a la estructura productiva provincial y nacional. En consonancia, las dos CGT locales convocan al paro general para el 16. En paralelo, en Corrientes y en Rosario estallan revueltas obreras con adhesión de sectores universitarios. En los días siguientes no cesa la crecida del descontento y de las manifestaciones populares. La conducción táctica, es decir los tres sindicatos ya mencionados (con Atilio López como vértice de dos cauces político sindicales distintos, la legalista y la independiente, y allí radica uno de sus roles históricos más importantes) considerando que la situación ya estaba madura, llevan la propuesta a las dos CGT de Córdoba de realizar un paro general activo –que fue una innovación organizativa y de lucha–. Efectivamente, llaman a una huelga para los días 29 y 30. Las dos CGT nacionales deciden acompañar para el día 30 y convocan a una huelga general de forma conjunta. Finalmente se suceden los acontecimientos del 29 donde las primeras y más importantes columnas de movilizados fueron del SMATA, vaciando las grandes fábricas automotrices desde el mediodía. Luego serán los de Luz y Fuerza, de la UTA, de la UOM y los demás sindicato. Toda la ciudad, sus engranajes laboriosos, su capital humano, su fuerza esencial que es el trabajo se detuvo. Pero no se detuvo para quedarse quieto. Se detuvo para organizarse y movilizarse. Todos se decidieron salir a las calles y enfrentar la política de Onganía. Prácticamente sitiaron la ciudad. Y si bien en los días posteriores el Ejército logró controlar el estallido popular y terminaron detenidos Torres y Tosco, los resultados de tanta experiencia organizativa acumulada desde el ‘57 en adelante terminaron dando sus frutos.
El cordobazo fue un golpe de gracia para ese proyecto antipopular y antinacional. El cordobazo no le pertenece únicamente a mayo del ‘69. Es hijo de la normalización de la CGT Córdoba de 1957, de los esfuerzos de Atilio López por abrir las puertas de la central a todos los sectores gremiales, de la articulación y amistad entre López, Torres y Tosco, de los programas de La Falda y Huerta Grande, de la lucha del peronismo resistente. Pero fundamentalmente es hijo de la unidad de concepción entre un puñado de dirigentes, de la organización sindical coherente, no sectaria y con objetivos de erigirse como referencia social y política para todos los sectores populares, a lo largo de tantos años. El cordobazo es hijo de una forma de hacer sindicalismo, es decir de un proyecto sindical que en palabras de Amado Olmos es un sindicalismo integral.
(*) Integrante del Centro de Estudios para el Movimiento Obrero (CEMO)