Víctor, usted es el secretario general de la Confederación Sindical de las Américas. Por lo tanto, representa a unos cuantos millones de trabajadores en la región. ¿Cuáles son los retos de los sindicatos en América Latina en un contexto de crisis del paradigma instalado por los gobiernos progresistas que administraron diversos países en los últimos diez años?
Los desafíos son muchos. Nosotros somos una organización continental. Abarcamos organizaciones de América del Norte, países desarrollados, México, Centroamérica, el Caribe, y América del Sur. Es decir, que hay un número de países en diferente situación: algunos desarrollados, otros en vías de desarrollo, otros llamados emergentes y otros como Haití, que están entre los más pobres del mundo. Uno de los primeros objetivos de la Confederación Sindical de las Américas es, por ende, la superación de las asimetrías en los conceptos y en las luchas. Debemos lograr que los trabajadores de Canadá puedan compartir las luchas con los compañeros de Chile, Bolivia o Paraguay. Porque, en definitiva, la fortaleza del movimiento sindical no radica únicamente en el número de afiliados y afiliadas sino en la cohesión conceptual e ideológica y en la capacidad de desarrollar una lucha conjunta más allá de los aspectos nacionales. Debemos reconocer que los partidos progresistas y la izquierda en general, todavía adolece de una concepción excesivamente nacional de las luchas. Creo, justamente, que el valor del movimiento sindical continental radica en demostrar que es necesaria una batalla a nivel mundial por una hegemonía alternativa frente a un capital financiero que es nítidamente global.
En esa construcción de una hegemonía cultural del sindicalismo a nivel global, hay escenarios de disputa como la OIT. ¿Cómo se está desarrollando el debate entre el empresariado y los trabajadores al interior de ese organismo?
En principio, le diría, antes de responderle específicamente, que el sindicalismo debe tomar hoy la iniciativa. Observemos lo que sucede en Europa: el referente mundial que era el Estado de Bienestar se está perdiendo. Es decir, que lo que se está perdiendo son derechos de los trabajadores y trabajadoras, derechos laborales y derechos sociales. Y ahí, la OIT, que está en Europa, no puede quedar exenta de ese debate. Debemos entender que la OIT, como organización mundial, es un escenario de lucha entre la acumulación y la distribución social. El grupo de empresarios que vemos hoy en la OIT ha cambiado mucho. Hace algunos años estaba compuesto por gente acostumbrada a negociar con los sindicatos, por gente que estaba acostumbrada a negociar en sus países y a tener un dialogo social a veces deficiente, pero que existía y contemplaba las posiciones de los trabajadores. Hoy en día, el grupo de empresarios está conformado especialmente por gente que no es empresaria. Por abogados de los lobbies de Londres, que nunca se sentaron a negociar un contrato y que consideran que el mejor sindicato es el que no existe. Hoy son ellos quienes están tomando la iniciativa. Por ejemplo: el ataque al derecho de huelga de manera permanente. Pero ¿cómo debemos responder los sindicatos a ese ataque al derecho a la huelga? ¿Sólo defendiéndonos? Yo digo que debemos afirmar que es un derecho inalienable, histórico, que ya está reconocido, pero que además tenemos que pasar a la ofensiva.
Debemos crear situaciones políticas no solamente dentro de la OIT, sino dentro de los propios países y en los foros internacionales. Y ahí está, por ejemplo, el tema de la sostenibilidad. Cuando ciertos empresarios nos hablan de empresas sostenibles, nosotros decimos: también tienen que ser sostenibles para los trabajadores y las trabajadoras. Y debemos dar, además, la batalla por cuestionar ese concepto de sostenibilidad. Nosotros queremos que haya empresas sostenibles porque eso significa que nosotros vamos a tener también puestos de trabajo sostenibles.
En el marco de este debate sobre la sostenibilidad. ¿No considera que el criterio de desarrollo de un capitalismo sostenible resulta contradictorio en sí mismo?
Claro, es que ese es exactamente el tema que debemos discutir. Y, para eso, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Puede haber empresas sostenibles en un mundo que es insostenible? ¿Puede haber algo que sea sostenible dentro de un todo insostenible? Y más importante todavía es la pregunta: ¿Puede haber empresas sostenibles dentro de un mundo que ha sido hecho insostenible por las grandes empresas financieras y las grandes empresas transnacionales? Entonces, la respuesta es evidente. Aquí no hay islas perfectas en un todo imperfecto y, desde este criterio debemos pasar a la ofensiva. Al partir de ese concepto nosotros podemos preguntarle, por ejemplo, a los pequeños y medianos empresarios: ¿puede tu empresa ser sostenible cuando se está produciendo una liberalización fenomenal de la economía y se pretenden equiparar las condiciones entre el gran capital y la pequeña y mediana empresa?
En América Latina y el Caribe, el 70% del PBI pertenece a las grandes empresas, a las multinacionales, pero éstas crean solamente el 10% de los puestos de trabajo. Y, mientras que solo el 10% del PBI de nuestros países está en manos de las pequeñas y las medianas empresas, son ellas las que producen el 60% del trabajo.
Por lo tanto, para que la correlación de fuerzas sea diferente, debemos pasar a la ofensiva y demostrar que este modelo es insostenible.
Los gobiernos progresistas de la región desarrollaron una serie de políticas sociales que, sin dudas, beneficiaron a los trabajadores. Sin embargo ¿creé que faltó apretarle el cinturón a los sectores más concentrados?
Sí. Y esa es nuestra lucha. Para encarar este proceso debemos tener un diálogo con los partidos progresistas porque muchos tienen las cosas claras pero otros no tanto. Se ha impuesto un criterio en algunos partidos progresistas según el cual hay que ser responsables con el gasto. Y yo digo que es correcto. Todos y todas tenemos que ser responsables con el gasto, porque hay que distribuir mejor. Pero para distribuir mejor y ser más responsables todavía con el gasto también tenemos que ser responsables con los ingresos. Sin embargo yo veo muy pocos partidos que trabajen fuertemente el tema de la evasión impositiva. Y la evasión impositiva, según la CEPAL, en América Latina y el Caribe, es del 19%. En Paraguay, mi país, es del 38% y nadie está preso por eso. ¿Pero quiénes son los que evaden? ¿El trabajador que paga el impuesto al consumo? No, son los capitalistas, los empresarios, los sectores concentrados. O, si no evaden, les han bajado los impuestos. Yo vengo del sector bancario en mi país. Cuando yo trabajaba en el banco, el impuesto a la renta de los bancos, de las empresas financieras que ganaban ya mucho dinero en ese momento era del 30%. Hoy día ganan mucho más dinero y tienen solamente el 10% del costo. Entonces hablemos también del tema de en manos de quién está la riqueza. Muchos sindicatos en el sector público especialmente van a negociar, hacen grandes manifestaciones, especialmente los maestros. Van y hacen manifestaciones y sale el ministro de Economía y dice no hay dinero en el Estado. Y puede ser que el Estado no tenga dinero, ¿Cómo va a tenerlo si les está perdonando los impuestos a todos los ricos y solo está cobrando a los pobres? Ahora, el movimiento sindical tiene que poner en discusión que sí hay dinero, no está en los bolsillos del Estado, en las arcas del Estado, pero sí está en los bolsillos de los ricos y ahí debe discutir una mejor redistribución de la renta.
Allí entra también la cuestión de la lucha global
Efectivamente. Y no lo centremos solo en América Latina, porque aquí muchos partidos como el PT y el Frente Amplio avanzaron en este sentido comprendiendo la importancia de una batalla que no se circunscriba al ámbito nacional. Observemos, por un momento, la situación europea en virtud de la crisis. El Partido Socialista Obrero Español fue a hablar en soledad con la señora Merkel, después el Partido Socialista Francés fue a hablar solo con la señora Merkel, y así sucesivamente. Esto indica que se está tratando de encontrar una solución para España y una solución para Francia pero no una solución global al problema. No hubo una reacción del socialismo europeo como un todo y mucho menos de la Internacional Socialista. No existió una contrapropuesta para plantear una lucha política en todos los terrenos. El sindicalismo, tanto en Europa como en América Latina, debe alertar que esto es un error.